martes, 23 de septiembre de 2014

Percy Jackson Greek Gods Capitulo Cinco Hestia

Percy Jackson Greek Gods Capitulo Cinco 
Hestia escoge al soltero número Cero


En varios sentidos, Hestia era parecida a su mamá, Rea. 

Siempre tenía una sonrisa sincera, cálidos ojos marrones, y cabello negro rizado que resaltaba su rostro. Era bondadosa y gentil con todos. Nunca decia malas cosas sobre nadie. Si entraras en una fiesta del Monte Olimpo, Hestia no sería la primer chica que notarías. 

No era llamativa o ruidosa o loca. Ella era una diosa dulce y bella, pero de una manera tranquila. Usualmente tenía el cabello cubierto debajo de su chal de lino. Usaba vestidos modestos y sencillos y nada de maquillaje. 

Dije hace poco que nadie la tomaba en serio, y es verdad que los otros dioses no tomaban en cuenta sus consejos. Cronos había tragado a Hestia primero, por lo que fue vomitada al final. Debido a eso, sus hermanos la consideraban la más joven en lugar de ser la mayor de ellos -- la ultima en aparecer. 
Era más callada y pacifica que sus hermanos, pero eso no significaba que no la quisieran. Como Rea, era dificil no querer a Hestia. 

En un punto importante, Hestia no era como Rea. Su mamá era conocida por ser... bueno, la mamá. La Gran Madre. La Mamá Superior. 

Hestia no quería nada relacionado a ser mamá. 

Ella no tenía problemas con que los demás tuvieran familia. Amaba a sus hermanos , y una vez que estos comenzaron a tener hijos; tambien los amo. Su deseo más profundo era que toda la familia Olimpica se reuniera y pasaran tiempo de calidad en el corazón del hogar, charlando o comiendo o jugando Twister -- cualquier actividad que los mantuviera juntos. 

Hestia simplemente no quería casarse. 

Si lo piensas, puedes ver el porque. Hestia había pasado años dentro de las tripas de Cronos. Tenía una buena memoria, incluso recordaba cuando Cronos se la trago siendo apenas una recién nacida. Recordaba el sonido de su madre llorando de la desesperación. Hestia tenía pesadillas de que eso mismo le ocurriera a ella. No quería casarse para descubrir que su esposo en realidad era un canibal traga-bebés. 

No estaba siendo paranoica. Tenía pruebas de que Zeus podía ser tan malo como Cronos. 

Depues de la guerra con Cronos, Zeus decidio que sería buena idea casarse con una Titan. como para mostrar que no había resentimientos. Se caso con una de las hijas de Oceano, una chica llamada Metis, que era la Titan de los buenos consejos y la planeación -- como si fuera la entrenadora personal de los Titanes. 

Metis era inteligente para aconsejar a los demás, pero aparentemente no era tan brillante en cuanto a su vida. Cuando estaba embarazada de su primer hijo, le dijo a Zeus "Mi esposo, ¡Tengo buenas noticias! Puedo ver que el bebé va a ser una niña. Pero si tenemos otro bebé, este sera un niño. Y además -- se que te gustara la idea -- estan destinados a regir el universo algún día. ¿No te parece increible?" 

Zeus entro en pánico. Penso que iba a terminar como Urano y Cronos -- en pedacitos -- por lo que tomo una enseñanza de Cronos. Abrio su boca super grande y creo un tornado que absorbio a Metis, comprimiendola tanto que la pudo tragar entera. 

Ese tipo de cosas asustaron a los demás Olimpicos, especialmente a Hades. 

¿Que ocurrio con Metis y su bebé no nacido dentro del estomago de Zeus? Veremos eso más adelante. Pero Hestia vio todo esto y penso para si misma: ¡Casarse en algo PELIGROSO!

Zeus se disculpo con los demás Titanes y los dioses por tragarse a Metis. Prometio nunca hacerlo de nuevo. Penso en casarse con otra Titan, pero como puedes adivinar, no había muchas voluntarias. Solo una acepto, Temis, la diosa de la ley, que era la tía favorita de Hestia. 

Temis se había aliado con los dioses en la guerra. Distinguia lo bueno de lo malo, y sabía que los dioses serian mejores reyes que Cronos (Nota que dije mejores, no que serían buenos) 

Como Hestia, Temis era modesta y callada, ademas de no estar interesada en el matrimonio; especialmente despues de lo de Metis. Pero en el nombre de la paz, decidio casarse con Zeus. 

(Y si, tecnicamente Temis era la tía de Zeus, asi que eres libre de sentir asco por que se vayan a casar. Pero sigamos)  

Su matrimonio no duro mucho. Temis tuvo dos tandas de trillizas. Las primeras no eran tan malas -- tres hermanas llamadas las Horas o Horae, que se encargaron de las estaciones. 

(Estaras pensando, Espera un minuto Percy, ¿Solo tres estaciones? Pero recuerda que esto es Grecia. Creo que por alli nunca tienen mucho invierno) 

El segundo grupo de trillizas, bueno -- a todos les daban escalofríos. Se les llamaba las Moiras, y ellas nacieron viejas. Después de salir de la cuna, las tres frágiles bebés envejecieron hasta ser tres frágiles y viejas abuelitas. Les gustaba sentarse en una esquina del cuarto y tejer con una rueca mágica. Cada vez que cortaban una hebra del lino, algún mortal moría. 

Los Olimpicos rapidamente se dieron cuenta de que las tres hermanas no solo podían ver el futuro, podían controlarlo. Tenían el poder para enlazar la vida de alguien a su estambre -- literlamente haciendo una linea del tiempo de vida -- y cuando cortaran el hilo. ¡Sayonara! Nadie sabía si podían hacer esas cosas a los inmortales. Pero incluso Zeus les tenía miedo. 

Despues de criar a la niñas, Zeus hablo en privado con Temis. "¿Sabes que? No estoy seguro de que este matrimonio funcione. Si continuamos teniendo bebés como las Moiras, estaremos en problemas. ¿Que vendra despues -- las Tres Bombas del Apocalipsis, los Tres Cerditos? 

Temis actuo para aparecer decepcionada, pero estaba aliviada. Ya no quería tener más bebés, y definitivamente no tenía ganas de ser tragada por el tornado de la boca de Zeus. 

"Tienes razón, mi señor" ella dijo "Con gusto me hare a un lado y te permitire tomar otra esposa" 

Hestia vio todo esto, y penso para si: Nunca quiero que esto me pase. Con mi suerte, me casare con algún dios y dare a luz a los Tres Stooges. (Nota del traductor: The Stooges es una banda de rock estadounidense fundada en 1967, conocida por sus conciertos violentos y excéntricos) No, el pensamiento era horrible. 

Decidio que estaba mejor quedarse soltera y concentrarse en ayudar a sus hermanos a cuidar de sus familias. Ella podía ser la tía cool. La tía solterona. La tía que no tenía unos bebés viejos horrorosos. 

Sólo había un problema: los chicos dioses tenían otras ideas. Poseidón veía a Hestia y pensaba: Hey, ella es una chica linda. Buena personalidad. Fácil de platicar. Debería casarme con ella. 

Si, ya estamos otra vez con eso de matrimonios entre hermanos y hermanas. Vamos a sacarlo de nuestra mente — todos juntos. Una, dos, tres: "¡Asqueroso!"

Un Olímpico joven, Apolo, también se quería casar con Hestia. Hablaremos de el más tarde, pero hubiera sido una pareja extraña, ya que Apolo es uno de los dioses más excéntricos. El porque quería casarse con la tranquila y sencilla de Hestia, no tengo idea. Tal vez quería una esposa que no pudiera superarlo. 

Ambos dioses se acercaron a Zeus el mismo día, pidiendo permiso para casarse con Hestia. Parece extraño que le preguntarán estas cosas a Zeus en lugar de hablar con Hestia, pero como lo habrás notado, los hombres no son cuidadosos en esa clase de cosas. Zeus siendo el rey del universo, tenía la palabra final sobre los matrimonios. 

Mientras tanto, Hestia estaba sentada en el corazón del hogar cerca de la sala del trono, sin prestar mucha atención. En esa época necesitabas de un corazón central, con una gran fogata, colocada en la habitación principal, para que te diera calor en los días más fríos. También allí se preparaba la comida, hervías el agua, platicabas, horneabas tu pan, quemabas malvaviscos y secabas los calcetines. Básicamente era el centro de la vida familiar. 

Hestia siempre estaba allí. Había tomado la responsabilidad de mantener los fuegos del hogar encendidos. Le hacia sentirse bien, especialmente cuando la familia esta junta en las comidas. 

Zeus grito, "Hestia, ven aquí" 

Se acerco al trono lentamente, mirando a Poseidon y a Apolo, que estaban sonriéndole, con ramos de flores en las manos y cajas de chocolates. Ella pensó, Oh no. 

"Grandes noticias, " Zeus dijo. "Estos dos dioses quieren casarse contigo. Porque soy un buen rey y un chico que acepta las opiniones de todos, dejare que escojas. Soltero Número Uno, Poseidon, le gustan las caminatas por la playa y el buceo. 

Soltero Número Dos, Apolo, le gusta la música y la poesía, pasa su tiempo libre escribiendo profecías en el Oraculo de Delfos. ¿A quién prefieres?" 

Hestia chillo de horror, lo que sorprendió a los solteros. Se lanzó a los pies de Zeus y se pusó a llorar: "Porfavor, mi señor. ¡No-o-o! ¡Ninguno de ellos!" 

Apolo frunció el ceño y reviso su aliento. 

Poseidon se preguntó si había olvidado su desodorante para las axilas de nuevo. 

Antes de que se enojaran, Hestia trato de tranquilizarse y comenzó a explicar. "No tengo nada en contra de estos dioses," ella dijo. "Pero no quiero casarme con nadie. Quiero estar soltera para siempre. 

Zeus se rasco la cabeza. Simplemente no podía entender el concepto. "Entonces...¿nunca te quieres casar? ¿Tampoco tener hijos? ¿No quieres ser una esposa?" 

"Esta en lo correcto, mi señor" Hestia dijo "Yo — yo cuidare del corazón del hogar en todo momento. Me encargare de los fuegos. Preparare los festines. Lo que sea para ayudar a la familia. Sólo, prometan que nunca tendré que casarme." 

Apolo y Poseidon estaban un tanto ofendidos, pero no podias enojarte con Hestia. Ella era tan dulce, y tranquila y servicial. La perdonaban por las mismas razones por las que se querían casar con ella. Era genuinamente buena. Entre los Olímpicos, la bondad era una característica rara y valiosa. 

"Me retracto de mi oferta de matrimonio" Poseidon dijo "Es más, protege el derecho de Hestia a no casarse" 

"Yo también," dijo Apolo. "Si es lo que ella quiere, honrare sus deseos" 

Zeus encogió los hombros. “Bueno, sigo sin entenderlo. Pero está bien. Ella sí que sabe cómo cuidar del fuego. Nadie quema los malvaviscos como ella –no muy suaves, pero tampoco demasiado crujientes. Hestia, ¡tu deseo será concedido!”

Hestia dio un gran suspiro de alivio.

Se convirtió en la diosa oficial del corazón del hogar, lo cual no parece ser tan importante pero era exactamente lo que ella quería. Más adelante, la gente creo una historia de cómo Hestia tenía un trono en el Monte Olimpo y se lo entrego a un joven dios llamado Dionisio. Es una buena historia, pero no está en los mitos antiguos. Hestia nunca quiso un trono, ella era demasiado modesta como para algo así.  

Él corazón se volvió un lugar en calma durante las discusiones de los Olimpicos. Todos sabían que el fuego era un lugar neutral. Podías ir allí para tomar un respiro, disfrutar de una copa de néctar o pedirle consejo a Hestia. Tenías la oportunidad de descansar allí sin que nadie te molestara –algo asi como la base en el juego de quemados.  

Hestia cuidaba a todos, todos cuidaban de ella.

¿El ejemplo más famoso? Una noche Mamá Rea celebro una gran fiesta en el Monte Ida para festejar el aniversario de la victoria de los Olimpicos sobre Cronos.  Todos los dioses y los Titanes amigables fueron invitados, junto con docenas de ninfas y sátiros. Las cosas se volvieron locas –montones de néctar se bebieron, se comio mucha ambrosía y bailaron con los Curetes.
Incluso los dioses convencieron a Zeus de contar sus famosos chistes de sátiro.

Hestia no estaba acostumbrada a tanta fiesta. Cerca de las tres de la mañana, se sintio un poco mal por el baile y el nectar, así que camino hacia el bosque. Encontro a un burro atado a un arból; seguramente algun satiro lo había traido para la fiesta.  Por alguna extraña razón a Hestia le parecio divertido.

“¡Hola, Señor Burro!” dijo con una risa nerviosa. “Voy a —hic!—voy a recostarme un rato, y, uh, tomar una siesta. ¿Podrías cuidarme? Gracias."

La diosa cayo boca abajo sobre el pasto y comenzó a roncar.  El burro no sabía que pensar sobre eso, pero decidió quedarse callado.

Unos minutos después, un dios menor llamado Príapo llego caminando a través de los arboles del bosque.

No oyes mucho sobre Príapo en las viejas historias. Francamente no era muy importante. Él era un dios del campo que protegía los cultivos de vegetales. Interesante, ¿verdad? ¡Oh gran Príapo cuida de mis pepinos con tus magníficos poderes!

Si algun vez has visto a los pequeños gnomos que la gente pone en sus jardines, son herencia de las estatuas de Príapo que la gente ponía para que cuidara de sus jardines y de lo que se producía alli.

Regresando a la historia, Príapo le encantaban las fiestas y seducir a las chicas. Había tomado un montón esta noche. Estaba rondando por los bosques para encontrar a una ninfa o diosa con la cual estar. 

Cuando llego a la claro y vio una adorable diosa dormida sobre el pasto, roncando fuertemente a la luz de la luna, penso, ¡SI!

Se escabullo hacia Hestia. No tenía idea de que diosa se trataba, pero no le importaba en realidad. Estaba seguro de que si se acostaba junto a ella, la chica estaría encantada de verlo alli, porque hey, ¿quien no quisiera estar con el dios de los vegetales?

Se puso de rodillas junto a ella. Tenía un aroma delicioso - como de madera quemada y malvaviscos tostados. Paso sus dedos a traves del oscuro cabello de la diosa y dijo "Hola, querida. ¿Que opinas si me quedo aqui contigo?"

En la oscuridad, el burro aparentemente penso que era una excelente idea. Él rebuzno, “¡HHAWWWWW!”

Príapo grito, “¡Ahhh!!”

Hestia desperto de golpe, horrorizada de encontrarse a un dios de los vegetales recostado sobre ella, con su mano en su cabello.

Ella grito, “¡AYUDA!”

En la fiesta, los demás dioses oyeron sus gritos. Inmediatamente dejaron lo que estaban haciendo y corrieron a ayudarla — porque simplemente nadie puede molestar a Hestia.

Cuando encontraron a Príapo, todos los dioses lo atacaron —lanzando cálices a su cabeza,
golpeándolo, poniéndole nombres ridículos. Príapo apenas salio con vida de allí.

Más tarde, aclaro que no tenía idea que se trataba de Hestia. El había pensado que era una ninfa o algo parecido. De todos modos, Príapo ya no era invitado a las fiestas de los Olimpicos. Despues de este incidente, todos se volvieron más protectores de Hestia.

Ahora, hay una parte de la historia de Hestia que tambien es importante, pero tendre que hacer una cuantas suposiciones ya que no la encuentras en los viejos mitos.

En el principio, solo había un corazón del hogar en el mundo, y pertenecía a los dioses. Él fuego era su marca registrada. Los pequeños humanos no tenían idea de como hacerlo. Seguían escondidos en sus cuevas, gruñendo y sacándose los mocos mientras se golpeaban con garrotes.

Él Titan Prometeo, que había hecho a estas criaturas con arcilla, sentía mucha pena por sus humanos.
Después de todo los había creado con la idea de que se parecieran a los inmortales. Estaba seguro de que los humanos tambien podían comportarse como inmortales. Solo era necesario darles un pequeño empujón en la dirección correcta.

Siempre que Prometeo iba al Monte Olimpo, se daba cuenta de como los diose se reunian alrededor del fuego de Hestia. El fuego era lo que convertia al palacio en un hogar. Podías usarlo para mantenerte caliente. Podías cocinar con él. Era util para hacer bebidas calientes. Se usaba para las antorchas en la noche. Exitian muchas bromas que podías hacer con carbones ardientes. Si al menos los humanos contaran con un poco de fuego…

Finalmente Prometeo tuvo el coraje de ir a hablar con Zeus.

“Hey, Lord Zeus,” él dijo. “Uh,pense que sería buena idea que les mostrara a los humanos como hacer fuego.”
Zeus lo miro molesto. “¿Humanos? ¿Te refieres a esas diminutas criaturas que chillan cuando las pisas? ¿Porque razón necesitarían el fuego?”

“Podrían aprender a ser como nosotros,” Prometeo dijo. “Construirian casas, fundarían ciudades,
toda clase de cosas.”
“Eso,” Zeus le respondio, “es la peor idea que jamas haya escuchado. Luego, vas a querer darles armas a las cucarachas. Dales fuego a los humanos, y mañana ellos controlaran el mundo. Se creeran mejor que los dioses. No. Absolutamente te prohíbo hacerlo.”

Pero Prometeo no podía dejar de pensar en eso. Miraba a Hestia cuando se sentaba junto al fuego. Admiraba como mantenía unida a la familia Olimpica con sus fuegos sagrados.

No era justo, Prometeo decidio. Los humanos merecian lo mismo.

¿Que paso a continuación?

La mayoría de las historias dicen que Prometeo robo carbones calientes del corazón del hogar. Los escondio en el tronco hueco de una planta de hinojo— a pesar de que sería obvio si alguien lo veía salir del palacio con una planta humeante que olia a regaliz quemado.






Ninguna de estas historias mencionan que Hestia ayudo a Prometeo. Pero el problema esta en que, ¿como es que ella no se entero de lo que estaba pasando? Hestia estaba siempre cerca del corazón. No existia manera de que Prometeo haya robado el fuego sin que Hestia lo notara.

Personalmente, pienso que ella tenía simpatia por Prometeo y sus humanos. Hestia tenía un corazón bondadoso. Pienso que ayudo a Prometeo o al menos miro hacia otro lado mientras él tomaba los carbones.

Como haya sido, Prometeo salio del Olimpo con su planta humeante secreta y se la entrego a los humanos. Les tomo un tiempo aprender a usar esta nueva sustancia caliente sin morir en el intento; pero una vez que lo obtuvieron, la idea se esparcio como .... bueno, como un incendio salvaje. 

Usualmente Zeus no ponía mucha atención de lo que pasaba en la tierra. Despues de todo, él cielo era su dominio. Pero una clara noche estaba parado en su balcón del Monte Olimpo y noto como el mundo esta cubierto de pequeños puntos de luz --en casa, pueblos e incluso dentro de algunas ciudades. Los humanos habían salido de sus cuevas.


“Ese pequeño rufián,” Zeus gruño. “Prometeo le dio armas a las cucarachas.”

Junto a él, la diosa Hera dijo, “¿Uh, que?”

“Nada,” Zeus murmuro. Él grito a sus guardias: “Encuentren a Prometeo y tráiganlo ante mi. ¡AHORA!”

Zeus no estaba contento. No le gustaba que alguien desobedeciera sus ordenes, especialmente un Titan que Zeus había perdonado después de la guerra. Zeus estaba tan molesto, que decidio castigar a Prometeo de una manera que nadie olvidaría.

Encadeno al Titan a una roca del Monte Caucaso en la parte este del mundo, para luego invocar un águila gigante, que por cierto es el animal sagrado de Zeus, para que abriera el tórax de Prometeo y se alimentara de su hígado.

Oh, lo siento. Eso fue un tanto asqueroso. Espero que no estuvieras de comiendo.

Todos los días, el águila atacaba a Prometeo y se alimentaba. Y todas las noches Prometeo se curaba y regeneraba un nuevo hígado, justo a tiempo para que el águila llegara de nuevo a la siguiente mañana.

Los otros dioses y Titanes entendieron el mensaje: No desobedezcan a Zeus, o terribles cosas les pasaran, sobre todo cadenas, hígados y águilas hambrientas.

A Hestia nadie la acuso de nada; pero es seguro de que se sintió mal por Prometeo, porque se aseguro de que su sacrificio no fuera en vano.

Ella se volvió la diosa de todos los corazones, a través del mundo. En todo hogar mortal, el fuego central era sagrado para ella. Si necesitabas protección, si alguien te perseguia, debias correr al fuego más cercano y no podrían hacerte daño. Quien viviera en esa casa estaba obligado a darte asilo si lo pedias.

Las familias pronunciaban sus juramentos junto al fuego, cuando cualquiera quemara una ofrenda para los dioses, una parte se la quedaba Hestia. 

Mientras los pueblos y ciudades crecieron, siguieron operando como los hogares individuales. Cada pueblo contaba con un corazón central que estaba bajo la protección de Hestia. Si eras un embajador de otra ciudad, debías visitar el corazón primero para proclamar que venías en paz.

Si estabas en problemas y llegabas al corazón del pueblo, nadie en la ciudad podía hacerte daño. De hecho los habitantes estaban obligados por el honor a protegerte.

Al final Prometeo tenía razón. Los humanos comenzaron a comportarse como los dioses, para bien o para mal.

Eventualmente, los dioses se acostumbraron a esto e incluso lo aceptaron. Los humanos les construyeron templos, quemaron ofrendas de deliciosos aromas y cantaban sobre lo extraordinarios que eran los Olimpicos. Eso si que ayudo.

Pero, Zeus no perdono a Prometeo por desobedecer sus ordenes. Eventualmente Prometeo fue liberado, pero eso es otra historia.

Mientras que Hestia, puso mantener la paz entre los Olimpicos la mayoría del tiempo — pero no siempre.

Por ejemplo, esa vez que su hermana Demeter se enojo con sus hermanos, casi provocando la Guerra Mundial Cero…

Capitulo Cuatro Zeus                         Capitulo Seis Demeter

Percy Jackson Greek Gods Capitulo Cuatro Zeus

Percy Jackson Greek Gods Capitulo Cuatro 


¿Porque Zeus siempre es el primero? 

De verdad, todos los libros sobre los dioses Griegos comienzan con este tipo. ¿Acaso ahora se usa el orden alfabetico inverso? 

Se que es el rey del Olimpo y eso -- pero creeme, el ego de Zeus no necesita hacerse más grande. 

¿Saben que? Olvidenlo 

Vamos a hablar de los dioses en el orden en el que nacieron, las damas primero. Porfavor toma asiento Zeus. Comenzamos con Hestia. 

Capitulo Tres                                  Capitulo Cinco Hestia 

lunes, 15 de septiembre de 2014

La Casa de Hades Capitulo XIII Percy

La Casa de Hades Capitulo XIII Percy 


Percy había llevado a su novia a algunos paseos románticos antes. Este no era uno de ellos.

Siguieron el río Flegetonte, tropezando sobre el terreno de vidrio negro, saltando grietas y escondiéndose detrás de rocas cuando las niñas vampiro se detenian delante de ellos.

Era difícil mantenerse lo suficientemente lejos para evitar que los vieran, pero lo suficientemente cerca para mantener a Kelli y sus amigas a la vista a través del aire brumoso oscuro. El calor del río cocía la piel de Percy. Cada respiración era como inhalar fibra de vidrio con olor a azufre. Cuando necesitaron un trago, lo mejor que podían hacer era beber un poco de fuego líquido refrescante.
Sip. Percy definitivamente sabía cómo entretener a una chica.

Al menos el tobillo de Annabeth parecía haber sanado. Apenas cojeaba y los  varios cortes y raspaduras que tenía se habían desvanecido. 
Ella había atado su pelo rubio hacia atrás con una cinta de mezclilla rasgada de sus pantalones, y a la luz de fuego del río sus ojos grises brillaban. A pesar de  estar agotada, sucia y vestida como una persona sin hogar, ella se veía hermosa para Percy.

¿Y qué si estaban en el Tártaro? ¿Y qué si había una pequeña posibilidad de sobrevivir? Estaba tan contento que estuvieran juntos, que tenía el ridículo impulso de sonreír.

Físicamente, Percy  se sentía mejor, aunque su ropa parecía que había pasado un huracán de vidrios rotos. Tenía sed, hambre y estaba muerto de miedo (aunque no le iba a decir Annabeth eso), pero que le había sacudido el frío sin esperanza del río Cocito. Y tan desagradable como el fuego liquido fuera, parecía ayudar a que continuaran con su camino.

El tiempo era imposible de saber. Caminaron a lo largo, siguiendo el río que atravesaba el duro paisaje. Afortunadamente, las empousai no podían caminar rápido. Se tambaleaban con sus piernas de distintos tamaños de bronce y de burro, además de las luchas y gritos entre ellas; parecía que no tenían prisa para llegar a la Puertas de la Muerte.

Una vez, las empousai corrieron entusiasmadas y pululaban algo que parecía un cadáver varado en la orilla del río. Percy no podía decir lo que era - ¿un monstruo caído? ¿Un animal de algún tipo? La empousai atacó con gusto.

Cuando los demonios se fueron, Percy y Annabeth llegaron al lugar y encontraron nada excepto algunos huesos astillados y manchas brillantes de sangre secándose con el calor del río. Percy no tenía ninguna duda de que las empousai devorarían semidioses con el mismo entusiasmo.
'Vamos'. Dirigió a Annabeth suavemente lejos de la escena. 'No queremos perderlas.

Mientras caminaban, Percy pensó la primera vez que había luchado contra la empousa Kelli en el dia de orientación de los de primer grado en  Goode High, cuando él y Rachel Elizabeth Dare quedaron atrapados en el salón de la banda. En ese momento, le había parecido una situación desesperada. Ahora, él daría cualquier cosa por tener un problema así de simple.

Por lo menos, había estado en el mundo de los mortales esa vez. En este caso, no había ningún lugar para correr.

Wow. Cuando empezó a mirar hacia atrás en la guerra con Cronos como en los viejos tiempos – aquello era triste. Él mantenía la esperanza de que las cosas mejorarían para Annabeth y él, pero su vida acaba de conseguir más y más peligrosos, como si las tres Parcas estuvieran tejiendo su  futuro con alambre de púas en lugar de hilo sólo para ver el límite que dos semidioses podían tolerar.

Después de unos cuantos kilómetros, las empousai desaparecieron sobre una cresta. Cuando Percy y Annabeth las alcanzaron, se encontraban al borde de otro enorme acantilado. El río Flegetonte  se desbordaba creando cascadas de fuego irregulares. Los demonios estaban siguiendo su camino por el acantilado, saltando de saliente en saliente como cabras montesas.

El corazón de Percy se deslizó en su garganta. Incluso si él y Annabeth llegaban al suelo de roca vivos, no tenían mucho que esperar. El paisaje por debajo de ellos era una llanura gris ceniza sombrío erizada de árboles negros, como el pelo de insectos. El suelo estaba salpicado de ampollas. De vez en cuando, una burbuja se hinchaba y estalla, escupiendo a un monstruo como una larva de un huevo.
De repente Percy dejo de sentir hambre.

Todos los monstruos que acababan de “nacer” se arrastraban y cojeaban en la misma dirección - hacia un banco de niebla negro que tragaba el horizonte como un frente de tormenta. El Flegetonte fluía en la misma dirección hasta que a mitad de camino por la llanura, donde conocía a otro río de agua negro - ¿tal vez el Cocito?.

Las dos corrientes se combinaban generando vapor, y fluían hirviendo como uno solo hacia la niebla negra.
Mientras más tiempo Percy veía esa tormenta de oscuridad, menos quería ir allí. Podría ocultar cualquier cosa - un océano, un pozo sin fondo, un ejército de monstruos. Pero si las Puertas de la Muerte estaban en esa dirección, era su única oportunidad de llegar a casa.
Se asomó por el borde del acantilado.

"Ojalá pudieramos volar-murmuró.

Annabeth se frotó los brazos. ’¿Recuerdas los zapatos alados de Luke? Me pregunto si todavía están aquí en alguna parte. “
Percy recordó. Esos zapatos estaban malditos para arrastrar su portador al Tártaro. Casi se habían llevado a su mejor amigo, Grover. ”Me conformaría con un ala delta”.

-Tal vez no sea una buena idea. “Annabeth señaló. Por encima de ellos, había unas formas aladas oscuras volando en espiral dentro y fuera de las nubes de color rojo sangre.
¿Furias? ‘ Percy se preguntó.

¿O alguna otra clase de demonio?-dijo Annabeth. ”Tártaro tiene miles.
"Incluyendo el tipo que come alas delta” supuso Percy. "Bueno, entonces habrá que escalar”

Ya no podían ver a las empousai debajo de ellos. Habían desaparecido detrás de una de las cordilleras, pero eso no importaba. Estaba claro que él y Annabeth hacia donde tenían que ir. Como todos los monstruos gusano arrastrándose sobre las llanuras del Tártaro, debían dirigirse hacia el oscuro horizonte. Percy estaba rebosante de entusiasmo por ello.



sábado, 13 de septiembre de 2014

La Casa de Hades Capitulo XII Leo

La Casa de Hades Capitulo XII Leo

LOS ENANOS NO SE ESFORZARON DEMASIADO PARA SER PERDIDOS DE VISTA, lo que a Leo le pareció sospechoso. Se quedaron justo cerca de su campo de visión, corriendo por los tejados de tejas rojas, golpeando las ventanas, gritando y gritando y dejando un rastro de tornillos y clavos del cinturón de herramientas de Leo, casi como si quisieran que Leo los siguiera.
Corrió tras ellos, maldiciendo cada vez que sus pantalones se caían.

Dobló una esquina y vio dos torres de piedra antigua que sobresalían hacia el cielo, una al lado de la otra, mucho más altas que cualquier otra cosa en el barrio, ¿tal vez torres de vigilancia medievales? Se apoyaban en diferentes direcciones, como cambios de marcha en un coche de carreras.
Los Cercopes escalaron la torre de la derecha. Cuando llegaron a la cima, se subieron a la parte trasera y desaparecieron.

¿Habrán entrado? Leo pudo ver algunas pequeñas ventanas en la parte superior, cubiertas con rejillas de metal, pero dudaba que estas detuvieran los enanos. Él miró por un minuto, pero los Cercopes no volvieron a aparecer.
Lo que significaba que Leo tenía que llegar hasta allí a buscarlos.
-Estupendo- murmuró. Sin amigo volador para llevarlo arriba. El barco estaba demasiado lejos como para pedir ayuda.

Podía manipular la esfera de Arquímedes en una especie de aparato volador, tal vez, pero sólo si él tuviera su cinturón de herramientas, el cual no tenía. Echó un vistazo a la zona, tratando de pensar. Media manzana más abajo, un conjunto de puertas dobles de cristal se abrieron y una anciana salió cojeando, con bolsas de plástico de la compra.
¿Una tienda de comestibles? Hmm…
Leo palpó sus bolsillos. Para su asombro, todavía tenía algunos billetes de euro de su estancia en Roma.

Esos estúpidos enanos habían tomado todo excepto su dinero.
Fue corriendo a la tienda tan rápido como sus pantalones sin cremallera le permitían.
Leo recorrió los pasillos, en busca de cosas que pudiera utilizar. No sabía el italiano para: “Hola, ¿dónde están los productos químicos peligrosos, por favor?” Pero probablemente era lo mejor. No quería acabar en una cárcel italiana.

Afortunadamente, él no necesitó leer las etiquetas. Se dio cuenta sólo por recoger un tubo de pasta de dientes que contenía nitrato de potasio. Él encontró carbón de leña. Encontró azúcar y el bicarbonato de soda. La tienda vendía cerillas y repelente de insectos y papel de aluminio. Casi todo lo que necesitaba, además de un cable de servicio de lavandería que podía usar como un cinturón. Añadió un poco de comida chatarra italiana a la canasta, sólo para disimular sus otras compras más sospechosas, luego puso sus cosas en la caja. Una dama con ojos muy abiertos le hizo algunas preguntas que no entendía, pero se las arregló para pagar, obtener una bolsa y salir a prisa.

Él se metió en la puerta más cercana donde podría vigilar las torres. Empezó a trabajar, convocando a fuego para secar los materiales y hacer un poco de cocina que de otra manera habría tardado días en completarse.
De vez en cuando echaba  un pequeño vistazo a la torre, pero no había ni rastro de los enanos. Leo sólo podía esperar que todavía siguieran allí. Completar su arsenal le tomó sólo unos minutos, él era bueno en eso, pero se sintieron como horas.

Jason no se presentó. Tal vez todavía estaba enredado en la fuente de Neptuno o recorriendo las calles en busca de Leo. Nadie más en el barco vino a ayudar. Probablemente les estaba tomando mucho tiempo sacar todas esas bandas de goma de color rosa fuera del pelo del entrenador Hedge.

Eso significaba que Leo se tenía sólo a sí mismo, su bolsa de comida chatarra y unas pocas armas altamente improvisadas hechas de azúcar y pasta de dientes. Ah, y la esfera de Arquímedes. Eso era algo importante. Esperaba no haberla arruinado al llenarla con polvo químico.
Corrió a la torre y encontró la entrada. Empezó a subir la escalera de caracol en el interior, sólo para ser detenido en una taquilla por un cuidador que le gritó en italiano.

- ¿En serio? -Preguntó Leo-. “Mira, hombre, tienen enanos en su campanario. Soy el exterminador. -Levantó la lata de repelente de insectos-. ¿Ves? Exterminador Molto Buono . Chorro, chorro. ¡Ahhh! -Él imitó a un enano derretido de terror, por alguna razón el italiano no parecía entender.
El hombre sólo le tendió la mano por dinero.

- Dang , hombre -gruñó Leo-, Acabo de gastar todo mi dinero en explosivos de fabricación casera y todo eso. -Rebuscó en su bolsa de la compra-  Supongo que no aceptarías… eh… ¿lo que sea esto?
Leo levantó una bolsa de color amarillo y rojo de la comida chatarra llamada Fonzies. Supuso que eran una especie de patatas fritas. Para su sorpresa, el vigilante se encogió de hombros y tomó la bolsa. - ¡Avanti!

Leo siguió subiendo, pero hizo una nota mental para abastecerse de Fonzies. Al parecer, eran mejores que el dinero en Italia.
Las escaleras iban e iban. Toda la torre parecía ser nada más que una excusa para construir una escalera.
Se detuvo en un tramo y se desplomó contra una ventana enrejada estrecha, tratando de recuperar el aliento. Estaba sudando como loco, y su corazón latía contra sus costillas. Cercopes estúpidos. Leo imaginó que tan pronto como él llegara a la cumbre ellos saltarían antes de que pudiera usar sus armas, pero tenía que intentarlo.
Él siguió subiendo.
Por último, sus piernas se sintieron como fideos cocidos, llegó a la cima.

La habitación era del tamaño de un armario de escobas, con ventanas con barrotes en las cuatro paredes. Acomodados en los rincones estaban sacos de tesoros, con chucherías brillantes derramadas por todo el suelo. Leo vio el cuchillo de Piper, un viejo libro encuadernado en cuero, unos dispositivos mecánicos interesante y oro suficiente para dar el caballo de Hazel dolor de estómago.
Al principio, él pensó que los enanos lo habían dejado. Luego alzó la vista. Acmón y Pásalos colgaban boca abajo del techo con sus pies de chimpancé, jugando poker antigravedad. Cuando vieron a Leo, tiraron sus cartas como confeti y estallaron en aplausos.

-¡Te dije que lo haría!  -Acmón gritó de alegría.
Pásalos se encogió de hombros y se quitó uno de sus relojes de oro y se lo entregó a su hermano. - Tú ganas. Yo no pensé que él fuera tan tonto.
Ambos cayeron al suelo. Acmón llevaba el cinturón de herramientas de Leo, estaba tan cerca que Leo tuvo que resistir el impulso de lanzarse por él.

Pásalos enderezó su sombrero de vaquero y abrió de una patada la reja de la ventana más cercana. - ¿Qué deberíamos hacerlo trepar a continuación hermano? ¿La cúpula de San Luca?
Leo quería estrangular a los enanos, pero forzó una sonrisa. - ¡Oh, eso suena divertido! Pero, antes de que se vayan, olvidaron algo brillante.
- ¡Imposible!  -Frunció el ceño Acmón- Registramos muy a fondo.
- ¿Estás seguro? -Leo levantó la bolsa de la compra.

Los enanos se acercaron más. Como Leo había esperado, su curiosidad era tan fuerte que no podían resistir.
- Mira. -Leo sacó su primera arma, un bulto de sustancias químicas secas envueltas en papel de aluminio, y lo encendió con la mano.
Él sabía lo suficiente como para darle la espalda cuando explotó, pero los enanos estaban mirándolo fijamente. La pasta de dientes, el azúcar y el repelente de insectos no eran tan buenos como la música de Apolo, pero hicieron un flash-bang bastante decente.
Los Cercopes gemían, arañando sus ojos. Ellos tropezaron hacia la ventana, pero Leo explotó sus petardos caseros, ajustándolos alrededor de los pies descalzos de los enanos para mantenerlos fuera de balance. Luego, por si acaso, Leo encendió la señal en su esfera de Arquímedes, lo que desató una columna de asquerosa niebla blanca que llenaba la sala.

Leo no se veía afectado por el humo. Era inmune al fuego, había estado de pie en hogueras humeantes, resistiendo la respiración del dragón y limpiando la ardiente forja un montón de veces. Mientras que los enanos estaban secos y jadeando, agarró su cinturón de herramientas de Acmón  con calma convocado unas cuerdas elásticas y atando a los enanos.

- ¡Mis ojos! -Tosió Acmón- . ¡Mi cinturón de herramientas!
- ¡Mis pies están en llamas! -Gimió Pásalos- . ¡No es brillante! ¡No es brillante en lo absoluto!
Después de asegurarse de que estaban firmemente atados, Leo arrastró los Cercopes a una esquina y comenzó a rebuscar en sus tesoros. Sacó la daga de Piper, algunos de sus prototipos de granadas y una docena de otras cosas que finalmente los enanos habían tomado del Argo II.

- ¡Por favor! -Gimió Acmón- . ¡No tome nuestras cosas brillantes!
- ¿Hacemos un trato? -Sugirió Pásalos. ¡Te daremos el diez por ciento si nos dejas ir!
- Me temo -murmuró Leo-. Que todo es mío.
- ¡El veinte por ciento!
En ese momento, un trueno retumbó por encima. Cayó un rayo, y las barras de la ventana más cercana chisporrotearon, fundiendo talones de hierro.
Jason voló como Peter Pan, la electricidad chispeaba alrededor de él y su espada de oro humeante.
Leo silbó con admiración. - Hombre, acabas de desperdiciar una entrada impresionante.
Jason frunció el ceño. Se dio cuenta de los Cercopes atados. - ¿Qué ha pasa…
- Todo a mi manera, -dijo Leo-. Yo soy especial en esa manera. ¿Cómo me has encontrado?
- Uh, el humo, -dijo Jason-  Y oí ruidos de explosiones. ¿Tenía un tiroteo aquí?

-Algo así. -Leo le arrojó la daga de Piper, y luego siguió hurgando en las bolsas de los enanos. Recordó lo que Hazel le había dicho sobre la búsqueda de un tesoro que les ayudaría con la búsqueda, pero no estaba seguro de lo que estaba buscando. Había monedas, pepitas de oro, joyas, clips de papel, envoltorios de papel de aluminio, cadenas.

Él se volvió a un par de cosas que no parecían pertenecerle. Una de ellas era un viejo dispositivo de navegación de bronce, como un astrolabio de un barco. Estaba muy dañado y parecían faltarle algunas piezas, pero Leo todavía lo encontraba fascinante.
- ¡Tómalo! -Pásalos ofreció-. Odiseo lo hizo, ¿sabes? Tómalo y déjanos ir.
- ¿Odiseo? -Jason preguntó- . ¿Cómo la Odisea?
- ¡Sí! -Chilló Pásalos- . Hecho cuando era un anciano en Ithaca. Una de sus últimas invenciones, ¡y la robamos!
- ¿Cómo funciona? -Preguntó Leo.
- Oh, no lo hace, -dijo Acmón- . ¿Algo acerca de un cristal faltante? -Él miró a su hermano en busca de ayuda.

- “Mi mayor que tal si”, -dijo Pásalos- . “Debería de haber tomado un cristal” Eso es lo que murmuraba en sueños, la noche que le robamos. -Pásalos se encogió en sus hombros- . No tengo idea de lo que quería decir. ¡Pero el brillante es tuyo!
¿Podemos ir ahora?
Leo no estaba seguro de por qué quería el astrolabio. Obviamente, estaba roto, y él no tenía la sensación de que esto era lo que Hécate quería que encontraran. Aun así, se lo metió en uno de los bolsillos mágicos de su cinturón de herramientas.
Volvió su atención a la otra extraña pieza del botín, el libro encuadernado en cuero. Su título estaba en pan de oro, en un idioma que Leo no podía entender, pero nada más en el libro parecía brillante. A él no le pareció que los Cercopes eran grandes lectores.

- ¿Qué es esto? – Lo movió hacia los enanos, que estaban todavía con los ojos llorosos por el humo.
- Nada, -dijo Acmón-  Sólo un libro. Con una cubierta de oro bonita, así que lo tomamos de él.
- ¿Él? -Preguntó Leo.
Acmón y Pásalos intercambiaron una mirada nerviosa.
- Un Dios menor, -dijo Pásalos- . En Venecia. En realidad, no es nada.
- Venecia. -Jason frunció el Leo-. ¿No es donde se supone que debemos ir ahora?

- Sí. -Leo examinó el libro. No podía leer el texto, pero tenía un montón de ilustraciones: guadañas, diferentes plantas, una imagen del sol, un equipo de bueyes tirando de un carro. No vio cómo nada de eso fuera importante, pero si el libro había sido robado de un dios menor en Venecia, el próximo lugar que Hécate les había dicho que visitaran, entonces esto tenía que ser lo que estaban buscando.

- ¿Dónde exactamente podemos encontrar este dios menor? -Preguntó Leo.

- ¡No! -Chilló Acmón- . ¡No se puede llevárselo de vuelta! ¡Si se entera de que lo robamos…!
- Él los destruirá, -adivinó Jason-  Lo cual es lo que vamos a hacer si ustedes no nos dicen, y estamos mucho más cerca. -Presionó la punta de su espada contra la garganta peluda de Acmón.
- ¡Está bien, está bien! -Gritó el enano- . ¡La Casa Nera! ¡Calle Frezzeria!
- ¿Es eso una dirección? -Preguntó Leo.
Ambos enanos asintieron vigorosamente.
Por favor, no le digan le robamos, -suplicó Pásalos- . ¡No es para nada bueno! 

- ¿Quién es él? -Preguntó Jason- . ¿Qué Dios?
- Yo… yo no puedo decir -tartamudeó Pásalos.
- Más te vale -advirtió Leo.
-No -dijo Pásalos miserablemente-. Quiero decir, realmente no puedo decirlo. ¡No puedo pronunciarlo! Tr- Tri - ¡Es muy difícil!
- Truh , -dijo Acmón- . Tru- toh- ¡Demasiadas sílabas!
Ambos se echaron a llorar.

Leo no sabía si los Cercopes estaban diciendo la verdad, pero era difícil estar enojado con enanos llorones, por muy molestos y mal vestidos que estuvieran.
Jason bajó la espada. - ¿Qué es lo que quieres hacer con ellos, Leo? ¿Enviarlo al Tártaro?
-¡Por favor, no! -Se lamentó Acmón-  . Nos podría tomar semanas volver.
- ¡Suponiendo que Gea incluso nos lo permitiera! -Pásalos sollozó-. Ella controla las puertas de la muerte ahora. Ella estará muy enfadada con nosotros.

Leo miró a los enanos. Había luchado con un montón de monstruos antes y nunca se sintió mal por su destrucción, pero esto era diferente. Tuvo que admitir que una especie de admiración por estos pequeños individuos. Ellos jugaban bromas geniales y les gustaban las cosas brillantes. Leo podía identificarse. Además, Percy y Annabeth estaban en el Tártaro en este momento, de esperar aún con vida, caminando hacia las puertas de la muerte. La idea de enviar a estos chicos monos gemelos a enfrentar la misma pesadilla… bueno, no le parecía bien.

Imaginó a Gea riéndose de su debilidad, un semidiós con un corazón demasiado bueno para matar a los monstruos. Se acordó de su sueño sobre el Campamento Mestizo en ruinas con cuerpos griegos y romanos esparcidos por los campos.
Recordó a Octavian hablando con la voz de la Diosa de la Tierra: Los romanos se mueven al este de Nueva York. Avanzan hacia su campamento, y nada puede frenarlos.

- Nada puede frenarlos, -reflexionó Leo-. -Me pregunto…
- ¿Qué? -Preguntó Jason .
Leo miró a los enanos. -Les propongo un trato.
Los ojos de Acmón se iluminaron. - ¿Treinta por ciento?
- Les dejaremos todo el tesoro, -dijo Leo-, excepto las cosas que nos pertenecen y el astrolabio y este libro, que llevaremos de nuevo al tipo en Venecia.
- ¡Pero él nos destruirá! –Pásalos se lamentó.
- No vamos a decir como lo conseguimos, -prometió Leo-. Y no vamos a matarlos. Vamos a dejarlos ir libres.


- Uh, ¿Leo…? -Jason preguntó nerviosamente.
Acmón gritaba de alegría. -¡Sabía que eras tan inteligente como Hércules! Te llamaré Fondo Negro, la secuela!

- Sí, no, gracias -dijo Leo-. Pero a cambio de perdonarles sus vidas, tienen que hacer algo por nosotros. Voy a enviarlos a un lugar a robarles a algunas personas, acosarlos, hacerles la vida de la manera más difícil que puedan. Ustedes tienen que seguir mis instrucciones al pie de la letra. Tienen que jurarlo por el río Estigio.

- ¡Lo Juramos! -Dijo Pásalos- . ¡Robar a las personas es nuestra especialidad!
- ¡Me encanta el acoso! -Acordó Acmón- . ¿A dónde vamos?
Leo sonrió. ¿Han oído hablar de Nueva York?


La Casa de Hades Capitulo XI Leo

La Casa de Hades Capitulo XI Leo

Leo estaba vagamente consciente de los gritos de Hazel.
– ¡Vayan! Yo cuidaré de Nico.
Como si Leo fuese a dar marcha atrás. Claro, él esperaba que Nico di Angelo estuviera bien, pero él tenía sus propios dolores de cabeza.
Leo subió las escaleras, con Jason y Frank detrás de él.
La situación en la cubierta estaba peor de lo que temía.

El entrenador Hedge y Piper estaban intentando librarse de sus ataduras de cinta adhesiva, mientras que uno de los monos enanos demoníacos bailaba alrededor de la cubierta. Tomando todo lo que no estuviese pegado al barco y echándolo a su mochila. Él medía quizá unos cuatro pies, era aún más pequeño que el Entrenador Hedge, con piernas curvas y con pies parecidos a los de un simio, con camisas de un tono tan chillón que le dio a Leo vértigo. Su pantalón verde a cuadros estaba pegado a sus puños y se levantaban con unas ligas encima de una blusa femenina de rayas rosas y negras. Él llevaba puestos una docena de relojes de oro en cada brazo y un gorro de vaquero con estampados de cebra con la etiqueta del precio colgando del borde. Su piel estaba cubierta con pedazos de pelaje rojo desaliñado, aunque el noventa por ciento de su cabello corporal estaba concentrado en sus grandes cejas.

Leo apenas estaba formando la pregunta de “¿Dónde está el otro enano?” cuando oyó un clic detrás de ellos y se dio cuenta de que había dirigido a sus amigos hacia una trampa.
– ¡Agáchense! –él se tiró en la cubierta mientras la explosión reventó sus tímpanos.
Una nota, pensó Leo atontado. No dejes cajas de granadas mágicas donde los duendes puedan alcanzarlas.
Por lo menos, él seguía vivo. Leo había estado experimentando con todos los tipos de armas basadas en la esfera de Arquímedes que él había recuperad en Roma. Él construyó granadas que podían soltar ácido, fuego, metrallas o palomitas con mantequilla recién hechas (Hey, nunca se sabe cuándo tendrás hambre en una batalla). A juzgar por el zumbido en los oídos de Leo, el duende había detonado la granada de aturdimiento, la cual Leo había llenado con un raro frasco de música de Apolo, extracción pura. No mataba, pero dejó a Leo sintiéndose como si se hubiese tirado de panzazo hacia el abismo.

Se intentó levantar. Sus extremidades eran inútiles. Alguien estaba apretando su cintura, ¿era un amigo que intentaba levantarlo? No. Sus amigos no olían a monos exageradamente perfumados.
Él se las arregló para levantarse. Su visión se tornó desenfocada y teñida de rosa, como si el mundo se hubiese sumergido en mermelada de fresa. Una alegre y grotesca cara se alzó sobre él. El enano de pelaje café estaba vestido aún peor que su amigo, con un gran bombín como el de los duendes, le colgaban unos aretes de diamante y llevaba puesta una camisa blanca y negra de árbitro. Enseñó el premio que acaban de robar – el cinturón de herramientas de Leo– después, huyó bailando.
Leo intentó agarrarlo, pero sus dedos estaban adormecidos. El enano jugueteaba encima de la ballesta más cercana, en la cual su amigo de cabello rojizo intentaba activar.
El enano brincó hacia el proyectil y lo montó como si fuese una patineta, y fue enviado hacia el cielo.

El pelirrojo se acercó al Entrenador Hedge. Le dio un gran beso en la mejilla y después saltó hacia la barandilla del barco. Le hizo una caravana a Leo, quitándose su sombrero de cebra y se tiró por un lado, dando una voltereta hacia atrás.
Leo intentó ponerse de pie. Jason ya estaba de pie, temblando y recuperando la consciencia. Frank se había transformado en un gorila de espalda plateada (¿Por qué? Leo no estaba seguro; ¿quizá para comunicarse con los enanos mono?), pero la granada de aturdimiento realmente le dio de lleno.

Estaba  tirado sobre la cubierta con su lengua colgando de fuera y con sus ojos de gorila mirando hacia arriba.
– ¡Piper! –Jason se dirigió al timón y cuidadosamente sacó la mordaza de su boca.
– ¡No pierdas tu tiempo en mí! –dijo Piper –¡ve tras ellos!
En el mástil, el entrenador Hedge balbuceó:
–Hmmmmm, ¡hmmmmm!
Leo pensó que intentaba decir: “¡MÁTENLOS!” Fácil traducción, tomando en cuenta que la mayoría de las frases del entrenador llevaban la palabra matar.
Leo miró hacia el control de la consola. Su esfera de Arquímedes ya no estaba. Puso su mano en su cintura, donde su cinturón de herramientas debería etar. Su cabeza comenzó a aclararse, su sentimiento de desconcierto se transformó en enojo.
Esos enanos habían atacado su barco. Ellos habían robado sus más preciadas posesiones.
Debajo de ellos, estaba la ciudad de Boloña–un rompecabezas de edificios de color rojo en un valle rodeado por colinas verdes. A no ser que Leo pudiese encontrar a los enanos en algún lugar de ese laberinto de calles… No. Fallar no era una opción. Tampoco era una opción esperar a que sus amigos se recuperasen.
Se giró hacia Jason.

– ¿Te sientes lo suficientemente bien para controlar los vientos? Necesito una mano.
Jason frunció el ceño.
–Claro, pero…
–Bien–dijo Leo–. Tenemos unos monos que atrapar.

Jason y Leo bajaron en una plaza grande en línea con los blancos edificios gubernamentales de mármol y los cafés al aire libre. Bicicletas y motocicletas obstruían las calles cercanas, pero la cuadra estaba vacía excepto por las palomas y unos pocos viejos tomando expresos.
Ninguno de los locales parecía enterado de un barco de guerra griego encima de la plaza, ni del hecho de que Jason y Leo habían descendido volando –Jason empuñando una espada de oro y Leo… Bien, Leo no tenía nada.
–¿Hacia dónde vamos? – Preguntó Jason–.
Leo se le quedó viendo.
–Bien, no sé. Déjame saco mi de mi cinturón mi GPS detector de enanos… ¡Oh, espera! No tengo un GPS detector de enanos… ¡O mi cinturón de herramientas!
–Bien–Jason gruñó. Él miró hacia el barco para orientarse, y luego señaló hacia un punto de la plaza–.  La ballesta disparó hacia esa dirección, creo. Vamos.

Caminaron a través de un lago de palomas, después bajaron por una calle con tiendas de vestir y tiendas de helado. Las banquetas estaban alineadas con columnas blancas, cubiertas con graffiti. Algunos mendigos pedían limosna (Leo no sabía italiano, pero el mensaje era bastante claro)
Él siguió agarrando su cintura, esperando que el cinturón mágicamente reapareciera. No lo hizo. Él intentó no entrar en pánico, pero dependía del cinturón casi para todo. Se sentía como si le hubiesen quitado una de sus manos.
–Lo encontraremos–prometió Hazel.

Usualmente, Leo se habría sentido apoyado. Jason tenía un gran talento para mantener la calma en una crisis, y había sacado a Leo de varios líos. Aunque hoy, en todo lo que Leo podía pensar era en esa estúpida galleta de la fortuna que había abierto en Roma. La diosa Némesis le prometió ayudarlo, y le dio: el código para activar la esfera de Arquímedes. En aquél entonces, Leo no tenía más elección que hacerlo si quería salvar a sus amigos – pero Némesis le había advertido que su ayuda vendría con un premio.
Leo se preguntó si e premio sería alguna vez pagado. Percy y Annabeth se habían ido. La pareja estaba a cientos de miles de kilómetros de distancia, enfrentándose a un desafío imposible. Los amigos de Leo confiaban en él para que derrotase a un terrorífico gigante. Y ahora no tenía ni siquiera su cinturón o su esfera de Arquímedes. Él estaba tan absorto por su sentimiento de culpa que no sabía dónde estaban hasta que Jason tomó su brazo.

–Checa eso.
Leo miró hacia arriba. Habían llegado a una plaza más pequeña. Encima de ellos colgaba una enorme estatua de bronce de un completamente desnudo Neptuno.
–Oh, dioses–Leo alejó su mirada. Él realmente no necesitaba ver la ingle divina esta mañana.
El dios del mar posaba sobre una grande columna de mármol en frente de una fuente que no funcionaba (lo cual era un poco irónico). En ambos lados de Neptuno, pequeños alados Cupidos estaban sentados, relajándose, como diciendo: “Hey, ¿qué pasa?” Neptuno mismo (ignorando la ingle) estaba moviendo la cadera en lo que parecía un movimiento de Elvis Presley. Él sostenía su tridente un poco suelto en su mano derecha y estiraba su mano como si estuviese bendiciendo a Leo, o posiblemente intentando hacerlo levitar.
–¿Alguna pista?–Leo se maravilló.
Jason frunció el ceño.

–Quizás sí, quizás no. Hay estatuas de todos los dioses en todos lados en Italia. Me sentiría mejor si pasásemos por Júpiter. O Minerva. O cualquiera que no sea Neptuno, en serio.
Leo trepó encima de la fuente seca. Él puso su mano en el pedestal de la estatua y una corriente de impresionares surgieron a través de su tacto. Él sintió engranajes de bronce celestial, palancas mágicas, ballestas y pistones.
–Es mecánica–él dijo–. ¿Será acaso una puerta hacia el escondite secreto de los enanos?
–Ohhhhhh–chilló una voz cercana–. ¿Escondite secreto?
–¡Yo quiero un escondite secreto! –gritó otra voz desde arriba.
Jason dio un paso hacia atrás, con su espada lista. Leo casi recibió un latigazo por intentar ver hacia dos lugares a la vez. El enano pelirrojo con el sombrero de vaquero estaba sentado a treinta pies de la mesa de café más cercana, tomando un expreso, sostenido por sus manos de mono. El castaño en pantalones verdes estaba posando sobre el pedestal de mármol de los pies de Neptuno, encima de la cabeza de Leo.

–Si tuviésemos un escondite secreto–dijo el pelirrojo–. Me gustaría un tubo de bomberos.
–¡Y una resbaladilla! –dijo el Castaño, quien jalaba de herramientas al azar del cinturón de Leo, aventando llaves inglesas, martillos y pistolas de grapas.
–¡Para de hacer eso! –Leo intentó agarrar el pie del enano, pero no pudo alcanzar la cima del pedestal.
–¿Muy bajo? –el Castaño se río.
–¿Me llamas a mí bajo? –Leo miró alrededor para ver si encontraba algo qué lanzar, pero no había más que palomas y él dudaba agarrar una–. ¡Dame mi cinturón, estúpido!
–Bien, bien–dijo el Castaño–. No nos hemos presentado. Soy Acmón. Y mi hermano aquí es…
–¡Es el guapo! –el Pelirrojo levantó su expreso. A juzgar por sus ojos dilatados y su risa maniática, ya no necesitaba más cafeína–. ¡Pásalo! ¡Cantante de canciones! ¡Bebedor de café! ¡Ladrón de tus cosas relucientes!

–Por favor–chilló su hermano Acmón–. Yo robo mucho mejor que tú.
Pásalo gruñó.
–Robando siestas–él sacó un cuchillo–el cuchillo de Piper– y comenzó a picarse los dientes con él.
– ¡Hey! –gritó Jason–. ¡Ese es el cuchillo de mi novia!
Se abalanzó sobre Pásalos, pero el enano pelirrojo era muy rápido. Él salió de su silla, rebotó en la cabeza de Jason, dio una vuelta en el aire y aterrizó al lado de Leo, con sus brazos peludos alrededor de la cintura de Leo.
–¿Me podrías salvar? –el enano rogó.
– ¡Vete! –Leo intentó empujarlo lejos, pero Pásalos dio una voltereta hacia atrás y aterrizó fuera de su alcance. Los pantalones de Leo cayeron a sus rodillas.
Se quedó mirando a Pásalos, que ahora se estaba riendo y sostenía un pequeño cierre de metal.

De alguna manera, el enano había robado el cierre del pantalón de Leo.
– ¡Dame… Estúpido…cierre! –Leo tartamudeó, intentando agitar su puño y subir sus pantalones al mismo tiempo.
–Bah, no brilla lo suficiente–Pásalo aventó el cierre.
Jason se lanzó con su espada. Pásalo se fue corriendo y repentinamente, estaba sentado en el pedestal de la estatua al lado de su hermano.
–Dime que no tengo buenos movimientos–Pásalo bostezó.
–Okey–Acmón dijo–. No tienes buenos mmovmientos
–¡Bah! –Pásalo dijo–. Dame el cinturón de herramientas. Quiero ver.
–¡No! –Acmón le dio un codazo–. Tú tienes el cuchillo y la bola brillante.
–Sí,  la bola brillante es genial–Pásalo se quitó el su sombrero de vaquero. Como un mago sacando un conejo, él sacó la esfera de Arquímedes y esta comenzó a parpadear con los viejos discos de bronce.

–¡Basta! –Leo gritó–. ¡Esa es una máquina delicada!
Jason se puso a su lado y miró a los enanos.
–Como sea, ¿quiénes son ustedes dos?
–¡Los Cercopes! –Acmón puso sus ojos sobre Jason–. Apuesto a que eres hijo de Júpiter, ¿eh? Siempre lo puedo adivinar.
–Sí, como Fondo Oscuro–Pásalo estuvo de acuerdo.
–¿Fondo Oscuro? – Leo resistió la urgencia de saltar a por los pies de los enanos otra vez. Estaba seguro de que Pásalo arruinaría la esfera de Arquímedes en cualquier momento.

–Sí, ya sabes–Acmón sonrió–. Hércules. Lo llamamos Fondo Oscuro porque él solía andar desnudo. Él quedó tan tostado que su trasero, bien…
–¡Por lo menos tenía sentido del humor! –Pásalo dijo–. Él iba a matarnos cuando le robamos, pero nos dejó ir porque le gustaban nuestras bromas. No como ustedes dos. ¡Enojones, enojones!
–Hey, yo tengo sentido del humor–gruñó Leo–. Denme de nuevo mis cosas y les diré una broma graciosa.

–¡Buen intento! –Acmón jaló una llave de trinquete del cinturón de herramientas y la usó para hacer ruido–. ¡Oh, muy bien! ¡Definitivamente me quedo esto! ¡Gracias, Fondo Azul!
¿Fondo Azul?
Leo miró hacia abajo. Sus pantalones se habían caído a sus rodillas, revelando sus bóxers azules.
–¡Basta! –gritó–. Mis cosas. Ahora. O les enseñaré qué gracioso es un enano en llamas.
Sus manos sacaron flamas.
–Ahora vamos a hablar–Jason apuntó su espada hacia el cielo. Nubes oscuras comenzaron a arremolinarse encima de la plaza. Truenos resonaban.
–Oh, ¡qué miedo! –chilló Acmón–.
–Sí–Pásalo coincidió–. Si tan sólo tuviésemos un lugar donde escondernos.

–¡Ay!, esta estatua no es una puerta hacia un escondite secreto–Acmón dijo–. Tiene un propósito distinto.
La garganta de Leo se hizo girones. Las llamas en sus manos se apagaron, y se dio cuenta de que algo estaba mal. Él grito:
–¡Trampa!
Y se tiró fuera de la fuente. Desafortunadamente, Jason estaba muy ocupado invocando su tormenta. Leo rodó mientras cinco cuerdas de oro salieron disparadas de los dedos de la estatua de Neptuno. Una casi sujetó el pie de Leo. Los demás se dirigieron hacia Jason, envolviéndolo como si fuera un becerro de rodeo y poniéndolo de cabeza
Un relámpago aplastó las púas del tridente de Neptuno, enviando arcos de electricidad hacia arriba y debajo de la estatua, pero los Cercopes ya habían desaparecido.
–¡Bravo! –Acmón aplaudió desde una mesa de un café cercano–. Hiciste una increíble piñata, hijo de Júpiter!

–Sí– Pásalo asintió–. Hércules nos colgó de los pies una vez, ya sabes. Oh, ¡la venganza es dulce!
Leo invocó una bola de fuego. La lanzó hacia Pásalo, que intentaba hacer malabares  con dos palomas y la esfera de Arquímedes.
–Ay–el enano huyó lejos de la explosión, soltando la esfera y dejando ir a las palomas.
–¡Es hora de irnos! –Acmón decidió–.
Él agarró su bombín y salió corriendo, brincando de mesa a mesa. Pásalo miró la esfera de Arquímedes, que había rodado hacia los pies de Leo.
Leo invocó otra bola de fuego.


–Prueba mi puntería–él gruñó.
–¡Adiós! –Pásalo dio una voltereta y corrió tras su hermano.
Leo recogió la esfera de Arquímedes y corrió hacia Jason, que aún estaba colgado de cabeza, amarrado todo excepto por su brazo con el que utilizaba la espada. Él estaba intentando cortar las cuerdas con su espada de oro, pero no tenía suerte.
–Espera–Leo dijo–. Si puedo encontrar un botón para liberarte…
–¡Sólo ve! –Jason gruñó–. Te alcanzaré en cuanto salga de aquí.
–Pero…
–¡No los pierdas!
La última cosa que Leo quería era tener tiempo a solas con los monos enanos, pero los Cercopes ya estaban desapareciendo de la lejana esquina de la plaza. Leo dejó a Jason colgando y corrió tras ellos.

La Casa de Hades Capitulo X Leo

La Casa de Hades Capitulo X Leo

LEO HABÍA DISEÑADO las paredes del comedor para mostrar escenas en tiempo real del Campamento Mestizo. Al principio había pensado que era una idea bastante impresionante. Ahora ya no estaba tan seguro.

Las escenas de vuelta en casa -el cantar a coro en la fogata, cenas en el pabellón, juegos de voleibol fuera de la Casa Grande - sólo ponían a sus amigos tristes. Cuanto más lejos estaban de Long Island, peor se ponía. Las zonas de tiempo cambiaban, haciendo que Leo sintiese la distancia cada vez que miraba a las paredes. Aquí en Italia el sol acababa de salir. De vuelta en el Campamento Mestizo era media noche. Antorchas chisporroteaban en las puertas de cabina. La luz de la luna brillaba sobre las olas del estrecho de Long Island. La playa estaba cubierta de huellas, como si una gran multitud acababa de salir.

Con un sobresalto, Leo se dio cuenta de que ayer - ayer por la noche- había sido el cuatro de julio. Ellos se habían perdido la fiesta anual del Campamento Mestizo en la playa con impresionantes fuegos artificiales preparados por los hermanos de Leo de la Cabaña Nueve.
Decidió no mencionarlo a la tripulación, pero esperaba a sus amigos en casa tuvieran una buena celebración. Necesitaban algo para mantener el ánimo, también.

Se acordó de las imágenes que había visto en su sueño, el campamento en ruinas, lleno de cuerpos, Octavian de pie en el campo de voleibol, casualmente hablando con la voz de Gea.
Bajó la mirada hacia sus huevos y tocino. Deseó poder apagar los vídeos de la pared.
-Entonces -dijo Jason-, ahora que estamos aquí…

Se sentó a la cabecera de la mesa, algo así como por defecto. Desde que habían perdido a Annabeth, Jason había hecho todo lo posible por actuar como el líder del grupo. Después de haber sido pretor en el campamento de Júpiter, probablemente estaba acostumbrado a eso, pero Leo podía decir que su amigo estaba estresado. Tenía los ojos más hundidos de lo habitual. Su cabello rubio estaba extrañamente desordenado, como si hubiera olvidado como peinarse.

Leo miró a los demás en la mesa. Hazel estaba con cara de sueño, también, pero por supuesto,  había estado despierta toda la noche guiando la nave a través de las montañas. Su pelo color canela rizado estaba recogido en un pañuelo,  lo que le daba un aspecto de mando que Leo encontró sexy,  y luego inmediatamente se sintió culpable.

Junto a ella se sentó a su novio Frank Zhang, vestido con pantalones de entrenamiento negros y una camiseta turística romana que decía ¡CIAO! (¿es de hecho una palabra?). La antigua insignia de Frank de centurión estaba fijada a su camisa, a pesar del hecho de que los semidioses del Argo II eran ahora Los Enemigos Públicos del Número  1 al 7 en el Campamento de Júpiter. Su expresión sombría sólo reforzó su desafortunado parecido con un luchador de sumo.

Luego estaba el hermanastro de Hazel, Nico di Angelo. Dang, ese chico para Leo lucía freaky-deaki. Se reclinó en su chaqueta de aviador de cuero, su camiseta y pantalones vaqueros negros, el anillo de plata del cráneo malvado en su mano y la espada Estigio a su lado. Sus mechones de pelo negro atrapados en rizos como alas de murciélago bebé.
Sus ojos estaban tristes y un poco vacíos, como si hubiera mirado a las profundidades del Tártaro - lo que había hecho.
El único semidiós ausente era Piper, que estaba tomando su turno en el timón con el entrenador Hedge, su acompañante sátiro.

Leo deseaba Piper estuviera aquí. Tenía una manera de calmar los ánimos con ese encanto de Afrodita de ella. Después de sus sueños de la noche anterior, Leo podría utilizar algo de calma.
Por otra parte, era probablemente bueno que estuviera arriba en la cubierta acompañando a su acompañante. Ahora que estaban en las antiguas tierras, tenían que estar constantemente en guardia. Leo sentía nervios de dejar volar al entrenador Hedge sólo. El sátiro era un poco disparador, y en el timón había un montón de botones de brillantes y peligrosos que podrían causar que los pintorescos pueblos italianos por debajo de ellos hicieran ¡BOOM!
Leo se había perdido en sus pensamientos totalmente que no se dio cuenta de que Jason seguía hablando.

- …La casa de Hades, -estaba diciendo- ¿Nico?
Nico se inclinó hacia delante. - Hablé con los muertos anoche.
Él sólo escupió esas palabras de repente, como si estuviera diciendo que le había llegado un mensaje de texto de un amigo.
- Tuve la oportunidad de aprender más acerca de lo que vamos a enfrentar, -continuó Nico-  En los tiempos antiguos, la Casa de Hades era un sitio importante para los peregrinos griegos. Ellos llegaban a hablar con los muertos y honrar a sus antepasados.

Leo frunció el ceño. - Suena como El Día de los Muertos. Mi tía Rosa tomaba esas cosas en serio.
Se acordó cuando fue llevado por ella hasta el cementerio local en Houston, donde tuvo que limpiar las tumbas ofrecerles limonada, galletas y caléndulas frescas. Tía Rosa forzaba a Leo a pasar un día de campo, como si salir con personas fallecidas le resultara apetecible.

Frank gruñó. - China tiene eso también, el culto a los antepasados, barrer las tumbas en primavera.
Miró a Leo. -Tu tía Rosa se hubiera llevado bien con mi abuela.
Leo tuvo una imagen aterradora de su tía Rosa y una vieja mujer china con trajes de luchadores, cazándose entre sí con palos con púas.

-Sí -dijo Leo-. Estoy seguro de que habrían sido las mejores amigas.
Nico aclaró su garganta. -Una gran cantidad de culturas tienen tradiciones de temporada para honrar a los muertos, pero la Casa de Hades estaba abierta todo el año. Los peregrinos en realidad podían hablar a los fantasmas. En griego, el lugar fue llamado el Necromanteion, el Oráculo de la Muerte. Te abrías camino a través de diferentes niveles de túneles, dejando ofrendas y bebiendo pociones especiales-

- Pociones especiales, -murmuró Leo-.  Yum.
Jason le dirigió una mirada como, “Amigo, suficiente”. - Nico , adelante .
- Los peregrinos creían que cada nivel del templo los acercaba al Inframundo, hasta los muertos se aparecían ante ti. Si ellos estaban satisfechos con tu oferta, podrían responder a tus preguntas, tal vez incluso te dirían el futuro.
Frank golpeó su taza de chocolate caliente. - ¿Y si los espíritus no estaban contentos?
- Algunos peregrinos no encontraron nada, -dijo Nico- . Algunos se volvieron locos o murieron después de salir del templo. Otros perdieron su camino en los túneles y nunca fueron vistos de nuevo.
- El punto es, -dijo Jason rápidamente-, que Nico encontró cierta información que nos puede ayudar. 

- Si  -Nico no parecía muy entusiasmado- .  El fantasma con quien hablé anoche… él era un ex sacerdote de Hécate. Confirmó lo que la diosa le dijo a Hazel ayer en el cruce. En la primera guerra contra los gigantes, Hécate luchó por los dioses. Ella mató a uno de los gigantes, que había sido concebido como el anti- Hécate. Un tipo llamado Clitio.
- Un Tipo Oscuro, -Leo adivinó- . Envuelto en las sombras.
Hazel se volvió hacia él, sus ojos dorados se estrecharon. - Leo  ¿cómo lo sabes?
Tuve un sueño.

Nadie pareció sorprendido. La mayoría de los semidioses tenían pesadillas vívidas acerca de lo que estaba pasando en el mundo.
Sus amigos prestaron mucha atención mientras Leo explicaba. Trató de no mirar las imágenes del Campamento Mestizo en la pared mientras describía el lugar en ruinas. Les habló del gigante oscuro y la extraña mujer en Colina Mestiza, ofreciéndole una muerte de opción múltiple.

Jason apartó su plato de panqueques. - Así que el gigante es Clitio. Supongo que va a estar esperando por nosotros, resguardando las Puertas de la Muerte.
Frank enrolló uno de los panqueques y comenzó a masticarlo, no era un tipo que dejara que una muerte inminente se atravesara en su camino a un buen desayuno. - ¿ Y la mujer en el sueño de Leo?
- Ella es mi problema.  -Hazel pasaba un diamante entre sus dedos-. Hécate mencionó un enemigo formidable en la Casa de Hades,  una bruja que no podía ser derrotada, excepto tal vez, usando la magia.
- ¿Sabes magia? -Preguntó Leo.
- Todavía no.
- Ah. -Él trató de pensar en algo esperanzador que decir, pero recordó los ojos de la mujer enojada, la forma en que su agarre férreo hizo humo su piel-. ¿Tienes idea de quién es?
Hazel negó con la cabeza. -Sólo que… -Miró a Nico, y algún tipo de argumento en silencio pasó entre ellos. Leo tuvo la sensación de que ellos habían tenido conversaciones privadas sobre la Casa de Hades y que no compartían todos los detalles-.  Sólo que no será fácil de derrotar.

- Pero hay una buena noticia, -dijo Nico- .  El fantasma con que hablé explicó cómo Hécate derrotó a Clitio en la primera guerra. Ella usó sus antorchas para encender su pelo en llamas. Él murió quemado. En otras palabras, el fuego es su debilidad.
Todo el mundo miró a Leo.
- Oh, -dijo-. Muy bien.

Jason asintió alentadoramente, como si fuera una gran noticia - como si esperara que Leo caminara hacia una masa imponente de oscuridad, disparara unas bolas de fuego y resolviera todos sus problemas. Leo no quería desanimarlo, pero aún podía escuchar la voz de Gea: Él es el vacío que consume toda la magia, el frío que consume todo el fuego, el silencio que se consume toda palabra.
Leo estaba bastante seguro de que tomaría más de unos pocos encuentros para poner ese gigante en llamas.
- Es una buena ventaja, -insistió Jason- . Al menos sabemos cómo matar al gigante. Y esta hechicera… bueno, si Hécate cree Hazel puede derrotarla, entonces yo también.
Hazel bajó los ojos. - Ahora sólo tenemos que llegar a la casa de Hades, abrirnos paso a través de Las Fuerzas de Gea -

- Además de un montón de fantasmas, -Nico añadió sombríamente- .  Los espíritus en ese templo podrían no ser amistosos.
- Y encontrar las puertas de la muerte, -continuó Hazel-.  Suponiendo que de alguna manera podremos llegar al mismo tiempo que Percy y Annabeth y rescatarlos.
Frank se tragó un bocado de tortilla. - Podemos hacerlo. Tenemos que hacerlo.
Leo admiraba el optimismo del gran chico. Ojalá lo compartiera.
- Por lo tanto, con este desvío, -Leo dijo-, Estimo cuatro o cinco días para llegar a Epiro, suponiendo que no hay retrasos como, ya saben, ataques de monstruos y cosas así.
Jason sonrió con amargura. -Sí. Eso nunca sucede.
Leo miró a Hazel. - Hécate te dijo que Gea estaba planeando su gran fiesta de despertar para el primero de agosto, ¿no? ¿La Fiesta de Lo Que Sea?

- Spes, -dijo Hazel-. La diosa de la esperanza.
Jason giró su tenedor. - En teoría, eso nos deja tiempo suficiente. Es sólo julio 5. Deberíamos ser capaces de cerrar las puertas de la muerte, y luego encontrar la sede de los gigantes y evitar que Gea despierte antes del primero de agosto.
- En teoría -asintió Hazel-.  Pero todavía me gustaría saber cómo atravesaremos la Casa de Hades sin volvernos locos o morir.
Nadie ofreció ninguna idea.
Frank dejó el rollo de tortilla como si de repente no supiera tan bueno. - Estamos julio 5. Oh, cielos, no había pensado en eso…
- Oye, hombre, está bien, -dijo Leo-. Eres canadiense, ¿no? No esperaba que me dieras un presente de Día de la Independencia ni nada… a menos que quisieras.
-No es eso. Mi abuela… ella siempre me dijo que el siete era un número de mala suerte. Es un número fantasma. A ella no le gustó cuando le dije que habría siete semidioses en nuestra búsqueda. Y Julio es el séptimo mes.

-Sí, pero… -Leo golpeó los dedos nerviosamente sobre la mesa. Se dio cuenta de que estaba haciendo el código Morse para Te quiero, como solía hacer con su madre, y que habría sido bastante embarazoso si sus amigos entendieran código Morse-  Pero eso es sólo una coincidencia, ¿verdad?
La expresión de Frank no le tranquilizaba.
- En China, -dijo Frank- , en los viejos tiempos, la gente llamaba al séptimo mes, el mes fantasma. Era entonces cuando el mundo espiritual y el mundo de los humanos estaban más cercanos. Los vivos y los muertos podían ir y venir. Dime que es una coincidencia que estamos en busca de las puertas de la muerte durante el mes fantasma.

Nadie habló.
Leo quería pensar que una vieja creencia china no tendría nada que ver con los romanos y los griegos. Era totalmente diferente, ¿verdad? Pero la existencia de Frank era una prueba de que los cavos fueron atados juntos. La familia de Zhang había venido todo el camino de vuelta a la antigua Grecia. Habían encontrado su camino a través de Roma y China, y por último a Canadá.
Además, Leo seguía pensando en su encuentro con la diosa de la venganza Némesis en el Gran Lago Salado.
Némesis le había llamado la séptima rueda, el sobrante en la búsqueda. Ella no quería decir el séptimo fantasma, ¿verdad?

Jason apretó sus manos contra los brazos de la silla. - Vamos a centrarnos en las cosas a las que podemos hacer frente. Nos estamos acercando a Bolonia. Tal vez tengamos más respuestas, una vez que nos encontremos con estas enanas que Hécate-
La nave se sacudió como si hubiera golpeado un iceberg. El plato de desayuno de Leo se deslizó sobre la mesa. Nico cayó hacia atrás en la  silla y se golpeó la cabeza contra el aparador. Se desplomó en el suelo, con una docena de copas mágicas y platos estrellándose encima de él.

- Nico -Hazel corrió a ayudarlo.
- ¿Qué-?  -Frank trató de levantarse, pero la nave lo lanzó en otra dirección. Tropezó con la mesa y se fue de bruces en el plato de huevos revueltos de Leo.
- ¡Mira! - Jason señaló las paredes. Las imágenes del Campamento Mestizo parpadeaban y cambiaban.
- No es posible -murmuró Leo.
De ninguna manera los encantos podría mostrar escenas que no sean del campamento, pero de repente una enorme cara torcida llenó toda la pared de babor: dientes amarillos torcidos, una rala barba roja, la nariz verrugosa y dos ojos desiguales - uno mucho más grande y más alto que el otro. La cara parecía estar tratando de abrir su camino a la habitación.

Las otras paredes parpadeaban, mostrando escenas de la cubierta superior. Piper se puso a la cabeza, pero algo estaba mal. A partir de sus hombros hacia abajo estaba envuelta en cinta adhesiva, con la boca amordazada y sus piernas cerca a la consola de control.

En el palo mayor, el entrenador Hedge estaba atado y amordazado de manera similar, mientras que una criatura de aspecto extraño - una especie de gnomo /chimpancé con una pobre moda - bailaba a su alrededor, enredando el pelo del entrenador en pequeñas trenzas con ligas de color rosa.


En la pared, junto al puerto, la enorme cara fea retrocedió para que Leo pudiera ver toda la criatura - otro gnomo chimpancé, con ropa aún más loca. Éste comenzó a saltar alrededor de la cubierta, metiendo cosas en una bolsa de arpillera – la daga de Piper, los controladores de Wii de Leo. Luego se apreciaba la esfera de Arquímedes de la consola de comandos.
- ¡No! -Leo gritó.
- Uhhh, -Nico gimió desde el suelo.
- ¡Piper! -gritó Jason.
- ¡Mono! -Frank gritó.
- Monos no,  -murmuró Hazel-. Creo que esos son enanos.
- ¡Roban mis cosas!  - Gritó Leo, y corrió hacia las escaleras.