miércoles, 22 de octubre de 2014

Capitulo Seis Blood of Olympus Reyna (actualizacion del 30 de octubre)

Capitulo VI 
Reyna

Casi siempre, Reyna podía controlar sus pesadillas.

Había entrenado a su mente para que comenzaran todos sus sueños en su lugar favorito - el Jardín de Baco en la colina más alta de Nueva Roma.  Se sentía segura y tranquila allí. Cuando las visiones invadian su sueño, como siempre pasaba con los semidioses - podía contenerlas imaginando que eran reflejos en la fuente del jardín.
Esto le permitia dormir en paz y evitar despertarse cubierta de sudor frío a la mañana siguiente.

Pero, esta noche no tuvo tanta suerte

Él sueño comenzó como siempre.  Estaba de pie en el jardín durante un calido atardecer, con los arboles llenos de flores. En la fuente centra, una pequeña estatua de Baco escupia agua hacia la base.
Los domos dorados y las tejas rojizas de Nueva Roma se extendían debajo de ella. 

A  medio kilómetro hacia el oeste se encontraban las fortificaciones del Campamento Jupiter. Más adelnate el Pequeño Tiber, serpenteaba dulcemente alrededor del valle, trazando el borde de las Berkeley Hills, que tenían un brillo cálido y sutil con la luz del verano.

Reyna tenía en las manos una taza de chocolate caliente, su bebida favorita.

Exhalo tranquilamente. Este era un lugar digno de ser defendido –por ella, sus amigos y todos los semidioses. Sus cuatro años en el Campamento Jupiter no habían sido fáciles, pero habían sido la mejor época en la vida de Reyna.   

Súbitamente el horizonte se oscureció.  Reyna pensó que se trataba de una tormenta. Fue entonces que noto una ola gigante de arena y lodo oscuro rodaba sobre las montañas, transformando la tierra, dejando nada a su paso.

Reyna miro con horror como la ola arenosa llegaba al borde del valle. El dios Terminus activaba una barrera mágica alrededor del Campamento, pero esto solo detuvo la destrucción por un momento.

Luz purpura se disparó hacia arriba como fragmentos de cristal, y la ola se filtro hacia dentro acabando con arboles, dejando en escombros las casas, vaporizando el Pequeño Tiber del mapa.  


Es una visión, Reyna pensó. Puedo controlarla.

Intento cambiar el sueño. Imagino que toda esta destrucción era parte del reflejo en la fuente, una imagen de video inofensiva, pero la pesadilla continuo a todo color.

La tierra se trago los Campos de Marte, terminando con toda clase de fuertes y trincheras de los juegos de guerra. El acueducto de la ciudad colapso como si fuera hecho de bloques de juguete. El Campamento Jupiter en si desaparecio –las torres de vigía se desmoronaron, los muros y las barracas se desintegraron. Los gritos de los semidioses se quedaron en silencio y la tierra siguio su camino

Un sollozo se formó en la garganta de Reyna. Los altares centellantes y los monumentos de la Colina de los Templos se hicieron polvo. El coliseo y el hipódromo dejaorn de existir. La ola de lodo llego a la línea Pomerium  y entro a la ciudad. (Nota del traductor: en la Roma original esta línea marcaba la frontera sagrada de la ciudad, donde había leyes como la prohibición de llevar armas) 

Las familias corrieron hacia el Foro. Los niños chillaban de terror. La Casa del Senado implosiono.

Villas y jardines desaparecieron sin oponer resistencia. La ola escalo hacia el Jardín de Baco –lo último que quedaba de pie en el mundo de Reyna.

Los dejaste indefensos, Reyna Ramírez-Arellano. Una voz femenina salió de entre el suelo oscuro.
Tu campamento será destruido. Tu misión es inútil. Mi cazador va hacia ti
.
Reyna se separó de la cerca del jardín. Corrio hacia la fuente de Baco y se aferró al borde de la base, mirando fijamente el agua. Deseo con todas sus fuerzas que la pesadilla terminara siendo un reflejo inofensivo.

CRACK.


La base se partió por la mitad, cortada por una flecha del tamaño de un rastrillo de cultivo. Reyna no podía quitar la mirada de las plumas de cuervo en la flecha, el astil pintado de rojo, amarillo y negro como una serpiente de coral, y la punta de flecha hecha de Hierro Estigio clavada en su pecho.

Miro hacia arriba luchando contra él dolor. En el borde del jardín, una figura oscura se acerco –la silueta de un hombre cuyos ojos brillaban como reflectores miniatura, cegando a Reyna. Escucho el roce del hierro contra cuero cuando el cazador extrajo una flecha de su carcaj.

Luego su sueño cambio.

El jardín y él cazador se desvanecieron, junto con la flecha clavada en el estómago de Reyna.
Se encontró en un viñedo abandonado. Extendiéndose junto a ella, acres de vides secas colgaban de sus soportes de madera, como pequeños esqueletos deformes.

Al final de los campos, estaba una casa de campo hecha de cedro con una extensa entrada. Después de eso, la tierra terminada y comenzaba el mar.

Reyna reconocio este lugar: la bodega de vino Goldsmith en la costa norte de Long Island. Sus exploradores habían asegurado el lugar como una base de avanzada en el ataque de la legion hacia el Campamento Mestizo.

Había ordenado a la mayoría de la legión para que permaneciera en hasta que ella les dijera otra cosa, pero obviamente Octavian la había desobedecido.  


Toda la Doceava Legion estaba acampando en la parte norte del terreno. Habían construido con su mejor precisión militar –trincheras de tres metros de profundidad y muros de tierra con lanzas protegiendo el perímetro, una torre de vigilancia en cada esquina armada con una balista.  


Continuara proximamente

Capitulo Cinco

martes, 21 de octubre de 2014

Capitulo Cinco Blood Of Olympus Reyna

Capitulo V
Reyna 


Tirarse de bomba en un volcan no estaba en la lista de Reyna.

Su primera vista del sur de Italia fue de mil quinientos metros en el aire. Al oeste, a lo largo de la bahía del Golfo de Nápoles, las luces de la ciudad durmiente brillaban poco antes del amanecer. Un millar de metros por debajo de ella, una caldera de ochocientos metros estaba en la cima de la montaña, con vapor blanco saliendo del centro.

La desorientación de Reyna tomó un momento para desaparecer. Viajar en las sombras la dejaba nauseabunda y atontada, como si ella hubiese sido sacada de las aguas del Frigidarium al sauna en la casa de baño de Roma. (Nota del traductor: el Frigidarium era un baño de agua helada)
Entonces se dio cuenta que estaba suspendida en el aire. La gravedad tomo el control y comenzó a caer.

“¡Nico!” ella gritó.
“¡Por las pipas de Pan!” maldijo Gleeson Hedge.

“¡Whaaaa!” Nico se sacudió, casi se salió del agarre de Reyna. Ella lo sostuvo con fuerza y agarró al entrenador Hedge por el cuello de la camisa mientras empezaban a caer. Si se separaban ahora, estarían muertos.

Ellos caían al volcan con su equipaje más grande – la Atenea Partenos de doce metros de alto – cayendo detrás de ellos, agarrada por medio de una correa a la espalda de Nico como un paracaídas muy poco eficiente.

“¡Eso es el Vesubio debajo nuestro!” Reyna gritó sobre el viento. “¡Nico, sácanos de aquí!

Su mirada estaba perdida y fuera de foco. Su pelo despeinado se batía en su rostro como un cuervo que salia disparado hacia el cielo. “¡N-no puedo! ¡No tengo fuerza!”

El entrenador Hedge baló. “¡Noticia de último momento, niño! ¡Las cabras no volamos! ¡Sácanos de aquí o vamos a convertirnos en una tortilla Atenea Partenos!

Reyna trató de pensar. Ella podía aceptar la muerte si tenía que, pero si la Atenea Parthenos era destruida su misión fallaría. Reyna no podía aceptar eso.

“Nico, has un viaje-sombra” le ordenó. ”Te prestaré mi fuerza.”
Él la miró sin entender. “¿Cómo…?”

“¡Solo hazlo!”

Ella apretó el agarre de su mano. El símbolo de la antorcha y espada de Bellona en su antebrazo se puso dolorosamente caliente, como si estuviera siendo marcada en su piel por primera vez.

Nico jadeó. El color retornó a su rostro. Justo antes de golpear el vapor del volcán, se deslizaron en las sombras.

El aire se tornó frío. El sonido del viento fue remplazado por una cacofonía de voces susurrando en mil idiomas. Las entrañas de Reyna se sentían como una piragua  gigante -jugo frio sobre hielo raspado, su bebida favorita de la infancia en Viejo San Juan.

Ella se preguntó por qué esa memoria surgiría ahora, cuando estaba al borde de la muerte. Entonces su visión se aclaró. Sus pies tocaron suelo sólido.

El cielo del este comenzaba a aclarar. Por un momento Reyna creyó que estaba de vuelta en Nueva Roma.

Columnas dóricas se alineaban en un atrio del tamaño de un campo de béisbol. En frente de ella, un fauno de bronce estaba de pie en medio de una fuente hundida decorada con baldosas de mosaico.

Mirtos y rosas florecían en un jardín cercano. Las palmeras y los pinos se extendían hacia el cielo. Caminos de adoquines llevaban desde el patio a varias direcciones, carreteras rectas de buena construcción romana, bordeando casas bajas de piedra con porches con columnas.

Reyna volteó. Detrás de ella, la Atenea Parthenos permanecía intacta, dominando la pradera como un adorno de jardín ridículamente grande.

El pequeño fauno de bronce de la fuente tenía ambos brazos levan­tados, de cara a Atenea, por lo que parecía que estaba acobardado por la nueva llegada.

En el horizonte, el Monte Vesubio se asomaba –una oscura joroba ahora a varios kilómetros de distancia.

“Estamos en Pompeya” Se dio cuenta Reyna.

“Oh, eso no es bueno” Nico dijo, e inmediatamente colapsó.

“Wow” El entrenador Hedge lo atrapó antes de que golpease el suelo.  El sátiro lo apoyó al pie de Atenea y desató el arnés que aferraba a Nico a la estatua. 

Las rodillas de Reyna se doblaron. Ella esperaba alguna reacción, siempre pasaba cuando ella compartía su fuerza, pero ella no anticipó tanta angustia de Nico di Angelo. Ella se sentó pesadamente, tratando de mantenerse consciente.

Dioses de Roma. Si eso era solo una parte del sufrimiento de Nico… ¿cómo podía soportarlo?

Ella trató de estabilizar su respiración mientras el entrenador Hedge buscaba en sus suministros para acampar. Alrededor de las botas de Nico, las piedras se partieron. Nubes oscuras irradiaban de él como un disparo de tinta, como si su cuerpo estuviese tratando de expulsar todas las sombras por las que había viajado.

Ayer había sido peor: un prado completamente marchito, esqueletos levantándose de la tierra. Reyna no estaba ansiosa porque eso volviese a pasar.

“Bebe algo” Ella le ofreció una cantimplora  de poción de unicornio- polvo de cuerno mezclado con agua santificada del Pequeño Tiber. Ellos habían descubierto que funcionaba mejor para Nico que néctar, ayudándolo a aliviar el cansancio y la oscuridad de su sistema con menos peligro de prenderse fuego.

Nico tomó un trago. Aún se veía terrible. Su piel tenía un tono azulado. Sus mejillas estaban hundidas. A su lado, el cetro de Diocleciano brillaba con un tono púrpura furioso, como un hematoma radioactivo.

Él estudió a Reyna. “¿Cómo hiciste eso… crear ese pulso de energía?
Reyna volteó su antebrazo. El tatuaje seguía quemando como cera caliente: el símbolo de Bellona, SPQR, con cuatros años de servicio. “No me gusta hablar de eso,” ella dijo “pero es un poder de mi madre. Puedo darle energía a otros”

El entrenador Hedge levantó su vista de su bolsa. “¿Enserio?  ¿Por qué no me lo has dicho, Romana? ¡Quiero súper músculos!”

Reyna frunció el ceño. “No funciona así, entrenador. Sólo puedo hacerlo en situaciones de vida a o muerte, y funciona mejor en grupos grandes. Cuando dirigo a las tropas, puedo darles cualquier atributo que tenga –fuerza, coraje, resistencia- y multiplicarlo por la cantidad de mis fuerzas.”

Nico arqueó una ceja. “Útil para una pretora romana”.

Reyna no respondió. Ella prefería no hablar de su poder por esa razón exactamente. Ella no quería que los semidioses creyeran que ella los controlaba, o que se había vuelto una líder por una magia especial. Ella sólo podía compartir sus fuerzas que ella ya tenía, y no podía ayudar a alguien que no estuviese hecho para ser un héroe.

El entrenador Hedge bufó. “Qué lástima. Súper músculos hubiesen sido geniales.” El volvió  a buscar en su bolsa, que parecía no tener fin de utensilios de cocina, equipo de supervivencia y distintos tipos de equipamiento deportivo.

Nico tomó otro poco de cuerno de unicornio. Sus ojos pesaban de cansancio, pero Reyna podía decir que él estaba peleando por quedarse despierto.

“Recién te tambaleaste” el notó. “Cuando usaste tu poder… ¿tuviste algún tipo de, em, retroalimentación de mí?” 

“No es que te haya leído la mente” ella dijo. “Ni siquiera una conexión empática. Sólo… una sensación de exhausto temporario. Emociones primarias. Tu dolor pasó por mi. Yo tomé un poco de tu carga.”

La expresión de Nico se volvió precavida. El toqueteó su anillo de plata en su dedo, igual que Reyna hacía con su anillo cuando ella pensaba. Compartir un hábito con el hijo de Hades la hacía sentir incómoda.

Ella había sentido más dolor de Nico con su conexión que con toda la legión durante su batalla con Polibotes.  Se había cansado más que desde la última vez que ella había usado su poder, para ayudar a su pegaso Scipio durante su viaje a través del Atlántico.

Ella trató de dejar esa memoria. Su valiente amigo alado muriendo por el veneno, con el hocico en su regazo, mirándola con confianza mientras levantaba su daga para poner fin a su miseria… dioses, no. No podía pensar en eso o se vendría abajo.


Pero el dolor que ella había sentido de Nico era más agudo.


“Deberías descansar” ella le dijo. “Después de dos saltos, incluso con un poco de ayuda… tienes suerte de estar vivo. Te vamos a necesitar para cuando la noche llegue.” Ella se sintió mal por pedirle que hiciera  algo imposible. Desgraciadamente,  tenía práctica empujando a los semidioses por encima de sus límites.

Nico apretó su mandíbula y murmuró. “Estamos atascados aquí ahora.” El escaneó las ruinas. “Pero Pompeya es el último lugar que yo hubiese escogido. Este lugar está lleno de lémures”

“¿Lémures?” El entrenador Hedge parecía estar haciendo algún tipo de trampa con una cuerda de com­eta, una raqueta de tenis y un cuchillo de caza. “Te refieres a esos lindos bichitos-“

No.” Nico sonaba molesto, como si se lo preguntasen mucho. “Lémures. Fantasmas no amigables. Todas las ciudades romanas los tienen, pero Pompeya-“

“Toda la ciudad fue arrasada.” Recordó Reyna. “En el año 79 d.C. el Vesubio hizo erupción y cubrió la ciudad entera de cenizas”

Nico asintió. “Una tragedia como esa crea montones de espíritus molestos.”
El entrenador Hedge miró al volcán distante. “Está humeando. ¿Eso es malo?”

“N-no estoy seguro.”  Nico jugo con un agujero de sus pantalones negros. “Los dioses de las montañas, los Ourae, pueden sentir a los hijos de Hades. Es posible que es por eso nos salimos de curso. El espíritu de Vesubio pudo haber estado tratando de matarnos. Pero dudo que la montaña pueda herirnos desde esta distancia.  Hacer erupción podría tomar mucho. La amenaza inmediata es lo que nos rodea.”

La  nuca de Reyna hormigueó.

Ella estaba acostumbrada a los Lares, amigables espíritus del Campamento Júpiter, pero incluso ellos la ponían incómoda. Ellos no tenían un buen entendimiento del espacio personal. A veces ellos la atravesaban, dejándole una sensación de vértigo. Estar en Pompeya le daba a Reyna la misma sensación, como si toda la ciudad fuese un gran fantasma que caminase a través de ella.

Ella no podía decirles a sus amigos lo mucho que le temía a los fantasmas, o por qué. La razón por la que ella y su hermana habían huido de San Juan años atrás… ese secreto debía quedar enterrado.

“¿No puedes mantenerlos a raya? Preguntó.

Nico volteó sus palmas. “He enviado un mensaje: manténgase alejados. Pero una vez que me duerma no servirá de mucho.”

El entrenador Hedge sacudió su raqueta de tennis-cuchillo. “No te preocupes, niño. Voy a bordear el perímetro con alarmas y trampas. Además, estaré vigilándolos todo el tiempo con mi bate de baseball.”

Eso no pareció convencer a Nico, pero sus ojos estaban casi cerrados. “Okay. Pero con cuidado.
No queremos otra Albania.”

“No.” Coincidió Reyna. Su primer viaje por las sombras juntos dos días antes había sido un fiasco total, posiblemente el episodio más humillante en la carrera de Reyna. Quizás algún día, ellos mirarían atrás y reirían, pero no ahora. Los tres habían accedido a no hablar de ello. Lo que pasó en Albania se quedaría en Albania.

El entrenador Hedge pareció herido. “Bien, como sea. Solo descansa, niño. Te tenemos cubierto”
“Está bien,” Nico cedió. “Quizás una pequeña…” Él se las arregló para quitarse su chaqueta de aviador y usarla de almohada antes encima y empezar a roncar.

Reyna se maravilló por cuan pacífico se veía. Las líneas de preocupación se habían desvanecido. Su cara se veía angelical, como su apellido, di Angelo. Ella casi podía creer que él era un niño normal de catorce años, no un hijo de Hades que había sido sacado de 1940 y forzado a soportar más peligro y tragedia que muchos semidioses en toda su vida.

Cuando Nico había llegado al Campamento Júpiter, Reyna no confió en él. Ella podía sentir que había más en su historia que ser un embajador de su padre Pluto. Ahora, por supuesto, ella sabía la verdad.
Él era un semidiós griego- la primera persona viva, quizás la unica en toda la historia, que tuvo que  lidiar entre los dos campamentos, Romano y Griego sin poder decir a un grupo que el otro existía.

Raramente, eso confiar a Reyna aún más en Nico.

Claro, él no era romano. Él nunca había cazado con Lupa o pasado por el entrenamiento brutal de la legión. Pero Nico se había probado a si mismo de otras formas. Él había viajado por el Tártaro solo, voluntariamente, para encontrar las Puertas de la Muerte. Él había sido capturado por los gigantes. Él había liderado a la tripulación del Argo II a la casa de Hades… y ahora había aceptado otra misión terrible: arriesgarse a sí mismo para llevar la Atenea Partenos al Campamento Mestizo.

El ritmo del viaje era exasperadamente lento. Solo podían viajar por sombra unos pocos cientos de kilómet­ros cada noche, descansando durante el día para dejar a Nico recuperarse, pero incluso eso requería más resis­tencia de Nico de que la Reyna había pensado posible.

El tenía tanta tristeza y soledad, tanto dolor en el corazón. Pero aún asi puso la mision por delante de si mismo. Él perseveraba. Reyna respetaba una cosa. Lo entendía a la perfección.

Ella nunca había sido una persona sentimental, pero tenía un extraño deseo de poner su capa sobre los hombros de Nico y arroparlo. Se reprendió mentalmente. Era su compañero, no su hermano menor. Él no apreciaría eso.

“Oye.” El entrenador interrumpió sus pensamientos. “Necesitas descansar también. Yo haré la primera guardia y cocinaré algo. Esos fantasmas no deberían ser tan peligrosos ahora que el sol está saliendo.”

Reyna no había notado como el sol estaba amaneciendo. Nubes rosas y turquesas adornaban el horizonte en el este. “He leído sobre este lugar” Reyna notó. “Es uno de los pueblos de Pompeya mejor conservado. Ellos lo llamaron la Casa del Fauno”

Gleeson miró a la estatua con disgusto. “Bueno, hoy es la Casa del Sátiro” Reyna sonrió. Ella comenzaba a notar las diferencias entre fauno y sátiro. Si ella se dormía con un fauno a cargo, ella despertaría con sus pertenencias robadas, un mostacho dibujado en su cara y el fauno no estaría.

El entrenador Hedge era distinto –Distinto en un buen sentido, aunque él tenía algún tipo de obsesión con las artes marciales y bates de baseball.

“Está bien” Coincidió. “Has la primera guardia. Pondré a Aurum y Argentum a la guardia contigo.” Hedge pareció querer protestar, pero Reyna lo disuadió. Los autómatas metálicos se materializaron desde las ruinas, corriendo asía ella desde distintas direcciones. Incluso después de tantos años, Reyna no tenía idea de donde habían salido o a donde iban cuando Reyna no estaba, pero le ayudaban a mantener las esperanzas..

Hedge se aclaró la garganta. “¿Estas segura que no son dálmatas? Parecen dálmatas”
“Ellos son galgos, entrenador.” Reyna no tenía idea por qué Hedge le temía a los dálmatas, pero ella estaba muy cansada para preguntar. “Aurum y Argentum, vigílenos mientras duermo. Obedezcan a Gleeson Hedge”

Los perros cercaron el patio, guardando su distancia de la Atenea Partenos, la cual irradiaba hostilidad hacia todo lo romano.

La misma Reyna solo ahora estaba acostumbrándose a ella, y estaba bastante segura que la estatua no apre­ciaba ser recolocada en el centro de una antigua ciudad romana.

Ella se recostó y se cubrió con su capa. Sus dedos se cerraron sobre su bolsa en su cinturón, donde ella contenía la moneda de plata que Annabeth le había dado antes de partir de Epiro.

Es una seña de que las cosas pueden cambiar, Annabeth le había dicho. La marca de Atenea es tuya ahora. Quizás la moneda les dé suerte. Si la suerte era buena o mala, Reyan no estaba segura.


Ella miró una última vez al fauno de bronce cubierto por el amanecer y la Atenea Partenos. Entonces ella cerró sus ojos y se deslizó en los sueños. 

Ya pueden comenzar a leer el capitulo seis, den click al link

Capitulo Cuatro                               Capitulo Seis 

domingo, 12 de octubre de 2014

Capitulo Cuatro Blood of Olympus Jason

Capitulo IV
Jason 

La lucha estaba yendo de maravilla, hasta que fue apuñalado.

Jason ataco con su gladius girando sobre si, vaporizando a los pretendientes más cercanos, para luego impulsarse hacia la mesa y pasar sobre la cabeza de Antínoo. En el aire deseo que su espada se transformara en una jabalina – un truco que nunca había probado con esta espada –pero de alguna manera estaba seguro de que funcionaría.


Aterrizo en sus pies con un pilum de dos metros de largo. Cuando Antínoo se giro para verlo, Jason puso la punta afilada de Oro Imperial a través del torax del zombie. 

Antínoo miro hacia abajo sin poder creerlo. “Tu…”

“Disfruta de los Campos de Asfódelos.” Jason extrajo la pilum y Antínoo se redujo a polvo.  
Jason continúo luchando, atacando con su jabalina – atravesando a los fantasmas, haciendo perder el equilibrio a los zombies.

A través de la plaza, Annabeth luchaba como un demonio. Su espada de diente de Drakon acababa con los pretendientes lo suficientemente estúpidos como para enfrentarse a ella.  

Cerca de la fuente de arena, Piper había desenvainado su espada  – una hoja de bronce acerrado que le había quitado a Zethes, el hijo de Bóreas. Acuchillaba y empalaba con su mano derecha, mientras que lanzaba tomates a través de la cornucopia con su mano izquierda, mientras que le gritaba a los pretendientes: “¡Cuidado! ¡Es muy peligroso!”


Eso era lo que ellos querían oir, por lo que comenzaron a correr, para luego detenerse confundidos a medio camino y regresar a luchar de nuevo. 

El tirano Griego Hipias se lanzo hacia Piper, con su daga lista, pero Piper lo noqueo con un disparo de carne cocida directo al pecho. Se tropezó hacia la fuente y grito mientras se desintegraba.

Una flecha silbo hacia el rostro de Jason. La lanzo lejos con una corriente de viento, para luego atravesar a una docena de zombies armados con espadas y notar que los pretendientes estaban reagrupándose cerca de la fuente para atacar a Annabeth. Alzo su jabalina hacia el cielo. Una esfera de electricidad salto desde la punta y vaporizo a los fantasmas hasta los átomos, dejando un cráter humeante donde había estado la fuente.

En el transcurso de los últimos meses, Jason había luchado en tantas batallas, pero estaba olvidando lo que se sentía estar en forma para la pelea. Claro que estaba asustado, pero un gran peso se le quito de los hombros. Por primera vez desde que despertó en Arizona con sus memorias borradas, Jason se sentía completo.

Sabía quién era en realidad. Había escogido a su familia, y no tenía nada que ver con Beryl Grace o con Jupiter. Su familia eran todos los semidioses con los que había luchado a su lado, Romanos y Griegos, nuevos y viejos amigos. No iba a permitir por nada del mundo que alguien rompiera esta familia. 


Invoco a los vientos y disparo a tres zombies por el borde de la montaña como si fueran muñecas de trapo. Empalo a un cuarto, luego deseo que su jabalina regresara a su forma de espada y atravesó otro grupo de espiritus.

Pronto dejo de tener enemigos. Los fantasmas restantes estaban desapareciendo solos. Annabeth atravesó a Asdrubal el Cartaginense, y Jason cometió el error de envainar su espada. Un dolor se encendió en su espalda baja –tan filoso y helado que creyó por un momento que Khione, la diosa de las nieves, lo había tocado. (Nota del traductor: Un juego de palabras, una herida helada y un dolor que se enciende. Frio y calor)  

Cerca de su oído, Michael Varus susurro, “Nace como un romano, muere como un romano.”
La punta de una espada dorada apareció en la parte de delante de la camisa de Jason, justo debajo de su caja torácica.

Jason cayó de rodillas. Los gritos de Piper sonaban a kilómetros de distancia. Se sentía como si estuviera flotando en agua salada –su cuerpo sin peso, su cabeza meciéndose.  

Piper corrió hacia él. Miro sin sentir nada mientras ella sacaba su espada aserrada y cortaba la armadura de Michael Varus con un ka-chunk metalico.

Un soplo de frío movió el pelo de Jason. Polvo se acento alrededor de él y un casco vacío de legionario rodo por las rocas. El semidios malvado había muerto – no sin antes hacer un último acto.
“¡Jason!” Piper lo atrapo del hombro cuando comenzó a caer. Él  jadeo cuando élla saco la espada de su espalda. Luego lo puso en el suelo, acomodando su cabeza en una roca.

Annabeth corrió a su encuentro. Tenía una cortada terrible en su cuello. “Dioses.” Annabeth dijo al ver la herida en el costado de Jason. “Oh, dioses.”

“Gracias,” Jason murmuro. “Estaba preocupado de que se tratara de algo peor.”
Sus brazos y piernas comenzaron a agitarse cuando su cuerpo entro en shock, enviando toda su sangre al pecho. El dolor era embotado, lo cual lo sorprendio, pero la camisa era de un intenso rojo. La cortada estaba humeando.

Estaba bastante seguro de que las heridas de espada no humeaban.
“Estaras bien” Piper dijo las palabras como si fuera una orden. Su tono ayudo a tranquilizar su respiración.

 “¡Annabeth, la ambrosia!”

Annabeth se agito.  “Claro, claro. Ya voy” Busco entre sus viveres y desenvolvió una porción de comida de los dioses.

“Necesitamos parar el sangrado” Piper uso su daga para cortar la tela de su falda. Luego la rompió para poder fabricar vendas.

Jason se preguntó cómo es que sabía tanto sobre primero auxilios. Ella cubrió las heridas de su espalda y estomago mientras Annabeth le daba pequeños trozos de ambrosía en la boca.

Los dedos de Annabeth temblaban. Despues de todas las cosas que ella había experimentado, Jason encontraba extraño que se pusiera nerviosa cuando Piper se encontraba tan calmada. Fue entonces que lo entendio –Annabeth podía permitirse estar asustada por él, pero Piper no. Estaba completamente concentrada en salvarlo.

Annabeth le dio otro pedacito de ambrosia. “Jason, lo – lo siento. Sobre lo de tu mamá. Pero la manera en la que lo manejaste…. Eso fue muy valiente.”

Jason trato de no cerrar sus ojos. Cada vez que lo hacía, veía al espíritu de su mamá desintegrándose.
“No se trataba de ella” él dijo. “Al menos no era algo que pudiera salvar. No tenía otra opción.”

Annabeth tomo una respiración rápida. “No había una buena opción, tal vez … pero un amigo mío, Luke. Su mamá tenía un problema similar. Él no lo tomo tan bien.”

Su voz se quebró. Jason no sabía mucho sobre el pasado de Annabeth, pero Piper lo miro con preocupación.

“Te cubri las heridas tanto como pude,” ella dijo. “La sangre esta empapando todo. Y sigue saliendo humo, no tengo idea de por qué".

“Oro Imperial”, Annabeth dijo, su voz temblorosa. “Es mortal para los semidioses, es solo cuestión de tiempo para que –“

“Estara bien” Piper insistió. “Necesitamos regresarlo al barco.”

“No me siento tan mal,” Jason dijo. Y era verdad. La ambrosia había aclarado su cabeza. El calor estaba colándose a través de sus piernas y brazos. “Tal vez podría volar…” Jason se sentó. Su visión adquirio un tono verdoso. “O tal vez no…”

Piper volvió a tomarlo del hombro cuando se inclino hacia un lado. “Tranquilo, Chispas. Necesitamos contactarnos con el Argo II para que nos ayuden.”

“No me habías llamado Chispas desde hace mucho tiempo.”

Piper beso su frente. “Quedate conmigo y te insultare todo lo que quieras.”

Annabeth escaneo las ruinas. La fachada mágica se había desvanecido, dejando solo los muros derruidos y los sitios de excavación.  “Podríamos usar las bengalas de emergencia, pero –“

“No,” Jason dijo. “Leo llenaría la cima de la montaña con fuego griego. Tal vez si me apoyara en ustedes, podría caminar.”


“Absolutamente no,” Piper lo regaño. “Eso tomaría mucho tiempo.” Ella metio la mano en su bolsa y saco un espejo compacto. “Annabeth, ¿sabes código Morse?” 

“Claro que si”
“Y Leo también” Piper le entrego el espejo. “Él está vigilando desde el barco. Ve al borde y – ”

“¡Lo sorprendo!” La cara de Annabeth se puso roja.  “Eso se escucho mal. Pero si buena idea.”
Corrio hacia las ruinas. (Nota del traductor: en ingles Annabeth dice “flash him” usando el doble sentido de flash; como destello de luz y como el argot en EUA para salir desnudo a la calle con el propósito de sorprender a la gente. Es por eso que Annabeth se ruboriza.)

Piper extrajo una botella de néctar y le dio a Jason un sorbo. “Aguanta un poco. No moriras por un estúpido piercing.”

Jason se las arreglo para sonreir. “Al menos no fue un golpe en la cabeza. No me desmaye en toda la pelea.”

“Acabaste con, por lo menos, doscientos enemigos,” Piper le dijo. “Eres escalofriantemente bueno.”
“Ustedes me ayudaron”
“Tal vez, pero … oye quédate con nosotros.”

La cabeza de Jason comenzó a marearse. Las fracturas en las rocas se vieron borrosas.
“Un poco mareado” murmuro.

“Más néctar,” Piper ordeno. “Listo. ¿Sabe bien?”
“Si. Si, gracias.”

De hecho el néctar sabía cómo a aserrín líquido, pero Jason prefirió no decirlo. Desde la Casa de Hades cuando renunció al puesto de praetor, la ambrosía y el néctar dejaron de tener el sabor de su comida favorita del Campamento Jupiter. Era como si la memoria de su viejo hogar ya no tuviera el poder de curarlo.

Nace como un romano, muere como un romano, Michael Varus había dicho.

Miro el humo que reptaba desde sus heridas. Tenía cosas peores de que preocuparse además de la perdida de sangre. Annabeth tenía razón sobre el Oro Imperial. La sustancia era mortal para los semidioses y para los monstruos por igual.

La herida hecha por Varus hacia todo lo posible para alimentarse de la fuerza vital de Jason.

Habia visto a un semidios morir de esta manera. No era una manera rápida o bonita de irse.
No puedo morir, se dijo a si mismo. Mis amigos dependen de mi.

Las palabras de Antínoo vibraban en sus oídos – sobre los gigantes en Atenas, el viaje imposible que tenía por delante el Argo II, el misterioso cazador que Gea había enviado a interceptar a la Atenea Parthenos.

“Reyna, Nico y el entrenador Hedge,” dijo. “Estan en peligro. Necesitamos avisarles.”

“Nos encargaremos de eso cuando lleguemos al barco,” Piper prometío. “Tu trabajo ahora es relajarte.” El tono que uso era dulce y confiado, pero sus ojos estaban llenos de lágrimas. “Además, ellos tres son un equipo rudo. Estaran bien.”

Jason tenía la esperanza de que fuera así. Reyna había arriesgado tanto para ayudarlos. El entrenador Hedge era un poco hartante a veces, pero era un protector leal para toda la tripulación. Y Nico… Jason estaba especialmente preocupado por él.

Piper acaricio con su pulgar la cicatriz en el labio de Jason . “Una vez que la guerra termine… todo se resolverá para Nico. Hiciste lo que pudiste, siendo un amigo para él.”

Jason no estaba seguro de que decir. No le había contado a Piper nada sobre sus conversaciones con Nico. Habia mantenido el secreto de di Angelo.

Aún así … Piper parecía notar que algo estaba mal. Al ser una hija de Afrodita, tal vez podía sentir cuando alguien tenía un problema de corazón roto. No había presionado a Jason para que hablara sobre eso. Era algo que apreciaba.

Otra oleada de dolor lo torturo.

“Concéntrate en mi voz” Piper beso su frente. “Piensa en algo bueno. Pastel de cumpleaños en el parque de Roma –“

“Eso fue lindo”

“El ultimo invierno,” ella sugirió. “La guerra de malvaviscos en la fogata.”

“Te vencí completamente”

“¡Tuviste bombones en el pelo por días!”

“Claro que no”

La mente de Jason viajo a mejores tiempos.

Quería quedarse para siempre en este momento – hablando con Piper, tomando su mano, sin preocuparse por los gigantes o Gea o la locura de su madre.

Sabía que necesitaban regresar al barco. Estaba en mal estado. Tenían la información por la que habían venido. Pero ahora que estaba recostado sobre las frías rocas, Jason tuvo una sensación de estar incompleto. La historia de los pretendientes y la reina Penelope… sus pensamientos sobre la familia… sus sueños más recientes. Todas esas cosas daban vueltas sobre su cabeza. Había algo más en este lugar – algo que faltaba.

Annabeth vino cojeando desde el borde de la montaña.
“¿Estas herida? Jason le pregunto.

Annabeth miro hacia su tobillo. “Esta bien. Es solo mi vieja herida de las cavernas de Roma. A veces cuando me estreso … No es importante. Ya le envie la señal a Leo. Frank cambiara de forma, volara hacia aquí y nos llevara al barco. Necesito hacerte una camilla para mantenerte estable.”

Jason se imaginó colgando de una hamaca, balanceándose en las garras de Frank el águila gigante, pero decidio que eso era mejor que morir.

Annabeth se puso a trabajar. Tomo los harapos que habían dejado atrás los pretendientes –un cinturón de cuero, una túnica rota, cordones de las sandalias, un manto rojo y un par de puntas de lanza rotas. Sus manos se movían con rapidez alrededor de los materiales –rasgando, tejiendo, amarrando, trenzando.

“¿Cómo haces todo eso?” Jason pregunto con sorpresa.

“Practique durante mi aventura bajo Roma” Annabeth continuo trabajando. “No había tenido una razón para tejer, pero en ocasiones es útil, como cuando quieres mantener lejos a las arañas…”

Amarro el ultimo trozo de cuero y voilà – una camilla lo suficientemente larga para soportar a Jason, con lanzas como barras de agarre y cinturones para inmovilizar en el medio.

Piper silbo en forma de apoyo. “La siguiente vez que necesite modificar un vestido, hablare contigo.”

 “Callate, McLean,” Annabeth dijo, pero sus ojos brillaban con satisfacción. “Ahora, vamos a inmovilizarlo”

“Esperen” Jason dijo.

Su corazón martilleaba. Ver a Annabeth tejer la cama, Jason recordó la historia de Penelope – de como soporto veinte años, esperando a que su esposo Odiseo regresara.

“Una cama,” Jason dijo. “Existia una cama especial en este palacio.”
Piper lo miro preocupada. “Jason, haz perdido un monton de sangre.”

“No estoy alucinando” él insistio. “La cama matrimonial era sagrada. Si había un lugar donde pudieras hablar con Juno…” Tomo una bocanada de aire y grito. “¡Juno!” 

Silencio.

Tal vez Piper tenía razón. No estaba pensando claro.

Pero, a unos vente metros de distancia, el suelo de roca se resquebrajo. Ramas crecieron desde el suelo, cambiando de forma y tamaño hasta que un olivo adulto cubrió con su sombra el patio. (Nota del traductor: en ingles dice courtyard, lo que se podría traducir como patio del rey. Asi que es perfecto que la reina de los dioses se aparezca allí mismo)  

Debajo de un dosel de hojas verde oscuro estaba de pie una mujer de cabello oscuro con un vestido blanco, una piel de leopardo sobre sus hombros. Su baculo estaba coronado por una flor de loto blanca. Tenía una expresión de tranquildad y de realeza.

“Mis héroes,” la diosa dijo.

“Hera,” Piper dijo.

“Juno,” Jason la corrigio

“Lo que sea”, Annabeth gruño. “¿Qué asuntos la traen por aquí, su Bovina Majestad?”

Los oscuros ojos de Juno centellaron peligrosamente. “Annabeth Chase. Tan dulce como siempre.”

“Bueno, si,” Annabeth le respondio, “Acabo de regresar del Tartaro, por lo que mis modales están un poco oxidados, especialmente hacia la diosa que borro las memorias de mi novio, lo desapareció por meses y luego – “

“Honestamente, niña. ¿Vamos a pelear de nuevo por eso?”

“¿No se supone que deberías de sufrir por la doble personalidad?” Annabeth pregunto. “Me refiero –más de lo usual”

“Momento,” Jason intercedio. También tenía muchas razones para odiar a Juno, pero por el momento había otros temas que tratar. “Juno, necesitamos tu ayuda. Nosotros – “ Jason trato de sentarse e inmediatamente se arrepintió de hacerlo. Sus intestinos parecían estar siendo torcidos por un tenedor gigante para spaghetti.

Piper evito que volviera a caer. “Primero lo primero,” ella dijo. “Jason esta herido. ¡Sanalo!”
La diosa fruncio el ceño. Su silueta vibro desequilibrada.

“Hay cosas que los no podemos curar,” ella dijo. “Su herida alcanza su alma y su cuerpo. Tendras que luchar contra ella, Jason Grace… tienes que sobrevivir.”

“Oh si, gracias,” él dijo, con la boca seca. “Eso intento.”

¿A que te refieres con que la herida esta tocando su alma?” Piper demando. “¿Por qué no puedes –“

“Mis héroes, el tiempo juntos es corto,” Juno dijo. “Estoy agradecida que me hayan invocado. He pasado semanas en un estado de dolor y confusión.. mis naturalezas griega y romana luchando entre ellas. Peor, me he visto forzada a esconderme de Jupiter, que me busca debido a su ira ciega, creyendo que yo cause esta guerra con Gea.”

 “Que terrible,” Annabeth dijo “¿Quién pensaría una cosa asi?”

Juno la miro irritada. “Afortunadamente, este lugar es sagrado para mi. Al haber eliminado a esos fantasmas, lo han purificado y me dieron un momento de claridad. Me será posible hablar con ustedes –aunque sea un momento.”

“¿Por qué es sagrado … ?” Los ojos de Piper se abrieron. “Oh. ¡La cama matrimonial!”

“¿Cama matrimonial?” Annabeth pregunto. “No veo ninguna –“

“La cama de Penelope y Odiseo,” Piper le explico. “Uno de los postes de la cama era un árbol de olivo vivo, por lo que era imposible moverla.”

“Asi es.” Juno paso su mano por la corteza del olivo. “Una cama matrimonial inamovible. ¡Que bello símbolo!  Como Penelope, la esposa más fiel, manteniéndose firme, alejando a cientos de pretendientes todos los años porque estaba segura de que su esposo regresaría. Odiseo y Penelope –la epitome del matrimonio perfecto.” ’

Incluso en su pobre condición, Jason estaba bastante seguro de que Odiseo estuvo con otras mujeres durante sus viajes, pero decidio que no era buena idea traerlo a la conversación.

“¿Podrías darnos un consejo, al menos?” pidió. “¿Qué es lo que debemos hacer?”

“Naveguen a través del Peloponeso,” dijo la diosa. “Como sospechan, esa es la única ruta posible.  En su camino, busquen a la diosa de la victoria en Olimpia. Esta fuera de control. Al menos que la puedan atrapar, la brecha entre los romanos y los griegos nunca podrá ser curada.” 

“¿Te refieres a Nike?” Annabeth pregunto. “¿Cómo es que perdió el control?”

Truenos sonaron en el cielo, haciendo temblar la montaña.
“Explicarlo tomaría mucho tiempo,” Juno dijo.  “Debo de irme antes de que Jupiter me encuentre. Una vez que me vaya no podre ayudarles de nuevo.”

Jason evito contestarle con: ¿Cuándo fue la primera vez que nos ayudaste?
“¿Qué más debemos de saber?” pregunto.

“Como lo oyeron, los gigantes están reuniéndose en Grecia. Unos cuantos dioses podrán ayudarles en su aventura, pero no soy el único Olimpico que tiene problemas con Jupiter. Los gemelos también sufren por su ira.”

 “¿Artemisa y Apolo?’ Piper pregunto. “¿Por qué?’

La imagen de Juno comenzó a desvanecerse. “Si llegan a la isla de Delos, ellos estarán listos para ayudarles. Están desesperados por hacer algo que les ayude a estar en paz con Jupiter.  Vayanse. Tal vez nos veremos de nuevo en Atenas, si es que triunfan. Si no lo hacen…”


La diosa desapareció, o tal vez la vista le estaba fallando a Jason. El dolor lo arrollo. Su cabeza se inclinó hacia atrás. Vio que un águila gigante planeaba en círculos sobre ellos. Luego el cielo azul se volvió negro y Jason dejo de ver. 


Ya puedes leer el capitulo Cinco, da clic en el link aqui debajo. 

Capitulo tres              Capitulo Cinco

Capitulo Tres Blood of Olympus Jason

Capitulo III

Jason 

De alguna forma él la reconocía. Reconoció su vestido – uno florido verde y rojo que la envolvia, como el decorado de un árbol de navidad. Reconoció los coloridos brazaletes de plástico que se habían clavado en su espalda cuando ella lo abrazó diciendo adiós en La Casa del Lobo. El reconoció su cabello, una corona de rizos teñidos de rubio  y su esencia de limón y aerosol.

Sus ojos eran azules como los de Jason, pero estos brillaban con una luz rota, como si ella viniese de un refugio después de una guerra nuclear – buscando detalles familiares en un mundo cambiado.

“Querido.” Ella extendió sus brazos, la visión de Jason se enfocó. Los fantasmas y zombies no importaron.

Su disfraz de Niebla desapareció. Su postura se enderezo. Sus articulaciones dejaron de doler. Su bastón para caminar se transformó en una Gladius de oro Imperial.

La sensación de estar quemándose no paró. Él se sintió como si las etapas de su vida se hubiesen ido – sus meses en el Campamento Mestizo, sus años en el Campamento Júpiter, su entrenamiento con Lupa, la diosa loba. Él era un vulnerable niño de dos años de nuevo. Incluso la cicatriz en su labio, cuando trato de comer una engrapadora, se sentía recién hecha.

“¿Mamá?” logró preguntar.

“Sí, querido” Su imagen flaqueó “Ven, abrázame.”

“N-no eres real.”

“Por supuesto que ella es real” La voz de Michael Varus sonó lejana. “¿Creías que Gea dejaría a un espíritu tan importante en el Inframundo? Ella es tu madre, Beryl Grace, estrella de televisión, amante del Rey del Olimpo, quien la rechazó no solo una sino dos veces, en sus aspectos tanto Griego como Romano. Ella merece justicia tanto como cualquiera de nosotros.”

El corazón de Jason latió con fuerza. Los pretendientes estaban alrededor de él, mirando. Soy su espectáculo Jason concluyó. Los fantasmas probablemente encontraban esto más entretenido que dos mendigos luchando a muerte.

La voz de Piper cortó el ruido en su cabeza.

“Jason, mírame” Ella estaba a seis metros de distancia, sosteniendo una jarra de cerámica. Su sonrisa no estaba. Su mirada era feroz y al mando -imposible de ignorar como sus plumas azules  de arpías en su pelo. “Esta no es tu madre. Su voz está funcionando con alguna magia en tí -como el charmspeak, pero más peligroso. ¿No puedes sentirlo?”

“Ella tiene razón” Annabeth se subió a la mesa. Ella pateó una bandeja de plata, sobresaltando una docena de pretendientes. “Jason, ese es solo un recuerdo de tu madre, como una ara, quizás, o”

“¡Un recuerdo!” El fantasma de su madre sollozó. “Sí, mirá a lo que fui reducida. Esto es culpa de Júpiter. Él nos abandonó. ¡Él no quiso ayudarme! No quise dejarte en Sonoma, querido, pero Juno y Júpiter no me dieron opción. Ellos no querían que estuviésemos juntos. ¿Por qué pelear por ellos ahora? Únete a estos pretendientes. Lidéralos. ¡Podemos ser una familia de nuevo!”

Jason sintió centenas de ojos en él.

Esta es la historia de mi vida, pensó amargamente. Todo el mundo siempre lo había estado observando, esperando que el liderase. Desde el momento que él llegó al Campamento Júpiter, los semidioses romanos lo trataron como un príncipe a punto de ser coronado.

Sin importar sus intentos por alterar su destino –unirse a la peor cohorte, tratando de cambiar las tradiciones del campamento, tomando las peores misiones y siendo amigo de los chicos menos populares- él fue hecho pretor igual. Como hijo de Júpiter, su futuro había sido asegurado.

Él recordó lo que Hércules le dijo en el Peñón de Gibraltar: No es fácil ser un hijo de Zeus. Mucha presión. Eventualmente puede quebrarte.

Ahora Jason estaba ahí, tenso como una cuerda de arco.

“Tú me dejaste,” Le dijo a su madre. “Esos no eran Júpiter o Juno. Esa eras tú.”
Beryl Grace dio un paso adelante. Las líneas de preocupación alrededor de sus ojos, la mueca de dolor en su boca le recordaron a Jason a su hermana, Thalía.

“Querido, te dije que volvería. Esos fue lo último que te dije, ¿recuerdas?”
Jason se estremeció. En las ruinas de La Casa del Lobo su madre lo abrazó por última vez. Ella había sonreído, pero sus ojos eran pura tristeza.

Todo está bien. Ella había prometido. Pero incluso de pequeño, Jason supo que no estaba todo bien. Espera aquí. Volveré por ti, querido. Te veré pronto. Ella no volvió.

En cambio, Jason vagó por las ruinas, llorando y solo, llamando a su madre y a Thalía –hasta que los lobos llegaron por él.

La promesa rota de su madre fue la base de quien fue él. El construyó su vida alrededor de la irritación que sus palabras le causaban, como el grano de arena en el centro de la perla.

La gente miente. Las promesas se rompen.

Eso fue porque, por mucho que le molestaran, Jason siguió las reglas. El mantuvo sus promesas. Él nunca quiso abandonar a nadie de la forma que él fue abandonado y engañado.
Ahora su madre había vuelto, borrando la única certeza que Jason tenía sobre ella –que ella lo había dejado para siempre. Del otro lado de la mesa, Antínoo levantó su copa.

“Encantado de conocerte, hijo de Júpiter. Escucha tu madre. Has hecho muchas quejas sobre los dioses. ¿Por qué no te unes? ¿Las dos sirvientas son tus amigas? Podemos perdonarlas. ¿Quisieras tener a tu madre de vuelta en el mundo? Podemos hacer eso. ¿Quisieras ser un rey-”

“No” La mente de Jason estaba corriendo. “Yo no pertenezco con ustedes.”

Michael Varus lo miró con ojos fríos. -¿Estás seguro, compañero pretor? Incluso si derrotaras a los gigantes y a Gaia, ¿volverías a casa como Odiseo lo hizo? ¿Dónde está tu hogar ahora? ¿Con los griegos? ¿Con los romanos? Nadie te aceptará. Y si regresaras, ¿quién asegura que no encontraras ruinas como estas?”

Jason escaneó el patio del palacio. Sin la ilusión, no había nada excepto una pila de escombros sobre una colina yerma. Sólo la fuente parecía real, que desprendía arena como un recuerdo del poder ilimitado de Gea.

“Fuiste un oficial de la legión” Él le dijo a Varus. “Un líder de Roma”

“También lo fuiste tú.” Varus contestó. “Las lealtades cambian.”

“¿Crees que pertenezco a esta multitud?” Jason preguntó. “Un puñado de perdedores esperando por la libertad de mano de Gea, ¿como si el mundo les debiese algo?”

Alrededor suyo, los fantasmas y los zombies desenvainaron sus armas.

“¡Cuidado!” Piper gritó a la multitud. “Cada hombre en este palacio es su enemigo. ¡Cada uno los apuñalaría por la espalda en la primera oportunidad!”

Durante las últimas semanas, el charmspeak de Piper se había vuelto realmente poderoso. Ella hablaba la verdad, y la gente le creía. Ellos miraron a cada lado, sus manos sosteniendo armas.

La madre de Jason caminó hacia él. “Querido, se inteligente. Renuncia a tu misión. Tu Argo II nunca podrá viajar a Atenas, Incluso si lo hiciera, está el problema de la Atenea Partenos.”
Un escalofríos lo recorrió. “¿Qué quieres decir?”

“No finjas ignorancia, mi querido. Gea sabe sobre tu amiga Reyna y Nico, el hijo de Hades y el sátiro Hedge. Para matarlos, la Madre Tierra mandó a su hijo más peligroso –el cazador que nunca descansa. Pero tú no tienes que morir.”

Los doscientos fantasmas y zombies se cerraron enfrente suyo, como si estuviese a punto de liderar el himno nacional.

El cazador que nunca descansa.

Jason no sabía que significaba, pero tenía que avisar a Reyna y a Nico.
Lo que significaba que tenía que salir vivo de ahí.

Miró a Annabeth y Piper. Ambas estaban listas, esperando su orden.

Él se obligó a mirar los ojos de su madre. Ella se veía como la misma mujer que lo había abandonado en los bosques de Sonoma catorce años antes. Pero Jason ya no era un niño. Él era un veterano de guerra, un semidiós que encaró a la muerte montones de veces.

Y lo que el vio enfrente suyo no era su madre –al menos, no lo que su madre debía ser –cariñosa, amorosa, protegiéndolo sin ningún interés egoísta.

Un recuerdo, la había llamado Annabeth.

Michael Varus le había dicho que los espíritus estaban siendo sostenidos por sus deseos más fuertes. El espíritu de Beryl Grace literalmente desprendía necesidad. Sus ojos demandaban la atención de Jason. Sus brazos buscaban desesperadamente poseerlo.

­“¿Qué quieres?” el preguntó.  “¿Qué te trajo aquí?”

“¡Quiero vida!” Ella lloró. “¡Juventud! ¡Belleza! Tu padre pudo haberme hecho inmortal. Él podía haberme llevado al Olimpo, pero él me abandonó. Tú puedes hacer las cosas bien, Jason. ¡Eres mi guerrero!”

Su esencia a limón se había vuelto ácida, como si ella estuviese a punto de arder.

Jason recordó algo que Thalía le había dicho. Su madre se había vuelto cada vez más inestable, hasta que se había vuelto loca. Ella había muerto en un accidente de autos, el resultado de conducir bajo los efectos del alcohol.

El vino aguado en el estómago de Jason se revolvió. El decidió que si vivía nunca tomaría alcohol de nuevo.

“Eres una manía” Decidió Jason, la palabra viniendo de sus estudios en el Campamento Júpiter mucho tiempo atrás. “Un espíritu de la locura. A eso has sido reducida.”

“Soy todo lo que queda”  Beryl Grace coincidió. Su imagen tembló viéndose como un espectro de colores. “Abrázame, hijo. Soy todo lo que tienes.”

Una memoria del dios del Viento Sur habló en su mente: No puedes elegir tu ascendencia, pero si tu legado.

Jason se sintió como si estuviese sido re ensamblando, una pieza a la vez. Sus latidos se estabilizaron.
El frío dejó sus huesos. Su piel se calentó con el sol de la tarde.

“No” contestó. El miró a Annabeth y Piper. “Mis lealtades no han cambiado. Mi familia solo se ha expandido. Soy un hijo de Grecia y Roma.” –El miró de nuevo a su madre por última vez. “No soy tu hijo.”

El hizo una seña antigua contra el mal –tres dedos hacia afuera de su corazón – y el fantasma de Beryl Grace desapareció con un pequeño siseo, como un suspiro de alivio.

El zombie Antínoo puso a un lado su copa. Estudió a Jason con una mirada de disgusto. “Bueno, entonces,” dijo “supongo que tendremos que matarte.”


Los enemigos alrededor de Jason se cerraron.


Capitulo dos                        Capitulo Cuatro                   

martes, 7 de octubre de 2014

Capitulo Dos Blood Of Olympus

Capitulo II 

Jason

Naturalmente, la situación estaba peor de lo que Jason esperaba.
No hubiera sido divertido de otra manera.

Mirando a traves de unos arbustos de olivo en la cima de la montaña, él vio lo que parecía una fiesta de fraternidad zombie fuera de control.

Las ruinas por si mismas no eran tan impresionantes: unas cuantas paredes de piedra, una plaza central llena de hiedras, y una escalera sin terminar tallada en la roca. Algunas tablas cubrían un agujero y andamios de metal soportaban un arco a punto de colapsar.

Pero sobrepuesto a las ruinas estaba otra capa de realidad -- una imagen espectral del palacio, como debio de verse en sus buenos días.  Muros de estuco blanco se alineaban con balcones a tres pisos de altura. Porticos con columnas miraban hacia el atrio central, que contaba con una fuente enorme y braseros de bronce. En una docena de mesas para banquete, los zombies reían y comian mientras se empujaban.

Jason había esperado cerca de cien espiritus, pero el doble de ese número se encontraba alli, correteando meseras fantasma, rompiendo copas y platos; basicamente una fiesta alocada.

Muchos de ellos se veían como los Lares del Campamento Júpiter -- fantasmas purpuras con tunicas y sandalias. Algunos de ellos tenían cuerpos en descomposición con la piel gris, unos cuantos mechones de pelo, y feas cortadas. Otros se veían como mortales regulares -- algunos en togas, otros en trajes de negocios modernos o en uniformes militares, Jason incluso llego a ver a un chico que estaba con la camisa morada del Campamento Jupiter y su armadura de legionario romano.

En el centro del atrio, un zombie de piel gris con una túnica griega harapienta se movía por la multitud, cargando en sus manos un busto de marmól sobre su cabeza como si fuera un trofeo deportivo. Los otros fantasmas coreaban y le daban palmadas en la espalda. Mientras la criatura se iba acercando, Jason noto que tenía una flecha en la garganta, con las plumas saliendo de su manzana de Adán. Pero había algo más extraño: el busto que cargaba... ¿acaso era de Zeus?

Era dificil estar seguro. Muchas de las estatuas griegas de los dioses se veían similares. Pero la cara barbuda y brillante le recordo a Jason del Zeus hippie gigante que estaba en la Cabina Uno en el Campamento Mestizo.

"¡Nuestra siguiente ofrenda!" grito el zombie, su voz ronca por la flecha en su garganta. "¡Alimentaremos a la Madre Tierra!"

Los fiesteros gritaron y azotaron sus copas. El zombie camino hacia la fuente central. La multitud se abrio, y Jason se dio cuenta que la fuente tenía arena en lugar de agua. Desde el pedestal de un metro, un geiser de arena salia disparado hacia arriba, cayendo en forma de sombrilla con particulas claras antes de regresar a la vasija central.

El zombie inclino el busto de marmól dentro de la fuente. En el momento en que la cabeza de Zeus toco la cortina de arena, el mármol se desintegro como si fuera una trituradora. La arena brillo dorada, como el color del icor -- la sangre divina. Luego toda la montaña retumbo con un BOOM amortiguado, como si eructara despues de una comida.

Los fiesteros muertos rugieron en aprobación.

"¿Hay más estatuas?" él zombie grito a la audiencia. "¿No? !Entonces tendremos que esperar a sacrificar a los dioses de verdad!"

Sus camaradas rieron y aplaudieron mientras el zombie se encaminaba a la mesa más cercana.

Jason apreto su bastón para caminar. "Ese tipo acaba de desintegrar a mi papá. ¿Quien se cree que es?"

"Supongo que se trata de Antínoo" dijo Annabeth, "uno de los pretendientes principales. Si no mal recuerdo, fue Odiseo quien le disparo esa flecha por la garganta."

Piper hizo una mueca de dolor. "Esperarias que eso dejara muerto al tipo. ¿Quienes son los demás? ¿Porque hay tantos aquí?"

"No tengo idea," Annabeth le dijo. "Nuevos reclutas para Gea, creo. Algunos debieron de regresar a la vida antes de que cerraramos las Puertas de la Muerte. Otros son solo espiritus."

"Algunos son zombies o necrófagos," Jason dijo. "Los que tienen las heridas abiertas y la piel gris, como Antínoo ... he luchado con los de su clase antes."

Piper toco su pluma azul de arpía. "¿Pueden ser matados?"

Jason recordo una misión que tuvo del Campamento Jupiter en San Bernardino. "No facilmente. Son fuertes y rápidos e inteligentes. Además comen carne humana."

"Fantastico," Annabeth murmuro. "No veo otra opcion que apegarse al plan. Nos separamos, infiltramos, obtenemos la información de porque estan aquí. Si las cosas se ponen feas --"

"Usamos el plan B," Piper dijo.

Jason odiaba ese plan.

Antes de dejar el barco, Leo les dio a cada uno una bengala de emergencia de tamaño de una vela de cumpleaños. Supuestamente, si se lanzaban en el aire, lanzaría un flash de fosforo blanco, alertando al Argo II de que el equipo estaba en problemas. Para ese momento, Jason y las chicas tendrían unos pocos segundos para protegerse antes de las catapultas del barco dispararan a su posición, llenado el palacio de fuego griego y metralla de Bronce Celestial.

No era el plan más seguro, pero al menos Jason tenía la satisfaccion de saber que podía solicitar un ataque aereo sobre esa multitud de tipos muertos si las cosas estaban dificiles.Claro esta, asumiendo que él y sus amigas pudieran escapar antes. Y tambien pensando que las velas de Leo no llegaran a dispararse por accidente -- las invenciones de Leo hacia eso a menudo -- en cuyo caso el clima se volvería mucho más caluroso, con un noventa por ciento de probabilidad de fuego apocaliptico.

"Tengan cuidado alla abajo," les dijo a Piper y Annabeth.

Piper  se escabullo por la parte izquierda del risco. Annabeth se fue por la derecha. Jason se levanto con su bastón y camino hacia las ruinas.

Recordo la ultimas vez que estuvo rodeado de espiritus malvados, en la Casa de Hades. Si no hubiera sido por Frank Zhang o Nico di Angelo ...

Dioses ... Nico. 

En los ultimos días, cada vez que Jason sacrificaba una porcion de su comida a Júpiter, rezaba para que su papá ayudara a Nico. El chico había pasado por tantas cosas, pero aún así se ofrecio para el trabajo más dificil: trasportar la Atenea Parthenos al Campamento Mestizo. Si no tenía exito, los semidioses Romanos y Griegos se masacrarían unos a otros. Entonces, sin importar lo que sucediera en Grecia, el Argo II no tendría hogar al cual regresar.

Jason atraveso la entrada del palacio fantasmal. Se dio cuenta justo a tiempo que una seccion de mosaicos enfrente de él era solo una ilusion que cubría un agujero de cerca de tres metros. Se hizo a un lado y continuo su camino hacia la plaza.

Los dos niveles de realidad le recordaron la fortaleza de los Titanes en el Monte Othrys  un desorientante laberinto de muros de marmól negro que se disolvían en sombras para luego solidificarse. Al menos durante esa lucha, Jason había tenido a cien legionarios a su lado. Ahora todo lo que tenía era un cuerpo de hombre viejo, un bastón y dos amigas con vestidos griegos.

A doce metros enfrente de él, Piper se movia a través de la multitud, sonriendo y llenando copas de vino para los pretendientes fantasma. Si ella tenía miedo, no lo mostraba. Hasta el momento los fantasmas no le estaban prestando atención. La magia de Hazel debía estar trabajando bien.

A su derecha, Annabeth recogia los calices y platos vacios. No estaba sonriendo.

Jason recordó la platica que tuvo con Percy antes de bajar del barco.

Percy estaba en la cubierta para vigilar las amenazas que hubiera en el mar, pero no le había parecido la idea de que Annabeth fuera a la expedición sin él – especialmente se debía a que era la primera vez que estarían separados desde el Tártaro.

Llevo a Jason a un lado del barco. “Mira hombre…. Annabeth me mataría si le digo que necesita a alguien que la proteja”

Jason río “Claro que lo haría”

“Pero porfavor cuidala, ¿Okay?”

Jason apretó el hombro de su amigo. “Me asegurare de que regrese a salvo”
Ahora Jason se preguntaba si era posible mantener esa promesa.

Llego a la orilla de la multitud.
Una voz rasposa chillo “¡IRO!” (Nota del traductor: Era el mensajero de los pretendientes. Su nombre real es Arneo, Iro es su apodo; como la diosa Iris.)

Antínoo, el zombie con la flecha en la garganta, lo estaba mirando fijamente. “¿Eres tu, viejo mendigo?”

La magia de Hazel había obrado bien. Aire frío vibraba alrededor del rostro de Jason, la Niebla cambiando sus facciones, mostrando a los pretendientes lo que ellos esperaban ver.

“Ese soy yo” Jason dijo “¡Iro!”

Una docena de fantasmas se acercaron. Algunos gruñeron y tomaron la empuñadura de sus espadas purpuras brillantes. Demasiado tarde, Jason pensó si acaso Iro era un enemigo, pero ya había aceptado el papel.

Se tambaleo hacia delante, poniendo la mejor cara de viejo gruñon. “Creo que llegue un poco tarde a la fiesta. Espero que me hayan guardado un plato.”

Uno de los fantasmas dijo con desprecio. “Viejo mendigo desagradecido. ¿Quieres que lo maté, Antínoo?”

Los musculos del cuello de Jason se tensaron.
Antínoo se quedo pensando por tres segundos, luego rio. “Estoy de buen humor hoy. Ven, Iro, siéntate en mi mesa”. 

Jason no tenía otra opción. Se sento al lado de Antínoo mientras más fantasmas se acercaban al amesa, esperando que ocurriera una lucha de vencidas. (Nota del traductor: tiene otros nombres dependiendo del país; se le conoce también como: fuercitas, pulseada o gallitos)

De cerca los ojos de Antínoo eran de un amarillo solido. Sus labios delgados apenas cubrían unos colmillos lobunos. A primera vista, Jason pensó que el cabello rizado del zombie se estaba desintegrando. Ahora notaba que un hilillo de tierra serpenteaba por la cabeza de Antínoo, cayendo sobre sus hombros. Plastas de lodo llenaban las viejas heridas de espada en la piel gris del zombie. Más tierra salía del agujero donde estaba clavada la flecha en su garganta.

El poder de Gea, Jason pensó. La tierra esta manteniendo a una pieza a este tipo.

Antínoo trajo una copa dorada y una bandeja de comida a través de la mesa. “No esperaba verte aquí, Iro. Pero supongo que incluso un mendigo quiere venganza. Bebe. Come.”

Un liquido rojo espeso flotaba en el cáliz. En el plato estaba un trozo de carne misteriosa.
El estomago de Jason se quejo. Incluso si esta comida no lo mataba, su novia vegetariana no lo besaría por un mes.

Recordo lo que le había dicho Notus, el Viento del Sur: Un viento sin rumbo no sirve a nadie.

Toda la carrera de Jason en el Campamento Júpiter se había construido en base a cuidadosas decisiones. El mediaba entre los semidioses, escuchaba todos los puntos de vista de un argumento, buscaba alianzas. Incluso cuando fue en contra de las tradiciones romanas, pensó antes de actuar. No era impulsivo.

Notus le había advertido que esa actitud lo mataría. Jaso tenía que dejar de pensar tanto y tomar lo que quería.

Si era un mendigo desgraciado, tenía que actuar como uno.

Arranco un pedazo de carne con sus manos y se lo metio a la boca. Tragó un poco del liquido rojo, que tenía un sabor como vino aguado; mejor que el de la sangre o algún veneno. Jason lucho para no vomitar, pero no colapso o exploto.

“¡Rico!” Se limpio la boca. “Ahora dime que hacen en esta … ¿Cómo la llamaste? ¿Venganza? ¿Dónde firmo para eso?”

Los fantasmas se rieron. Uno empujo el hombro de Jason, el cual se alarmo al darse cuenta de que podía sentirlo.

En el Campamento Júpiter, los Lares no tenían una consistencia sólida. Aparentemente estos espiritus si – lo cual significaba que sus enemigos podían golpearlo, atacarlo o decapitarlo.

Antínoo se inclino hacia delante. “Cuentame Iro, ¿Cuál es tu oferta? Ya no necesitamos que lleves mensajes como en los viejos tiempos. Tampoco eres un guerrero. Si mal no recuerdo, Odiseo quebró tu mandibula y te lanzo con los puercos.”

Las neuronas de Jason se dispararon. Iro…. El viejo que llevaba mensajes entre los pretendientes por un poco de comida. Iro había sido como su mascota sin hogar. Cuando Odiseo regreso a casa, disfrazado de mendigo, Iro pensó que alguien más estaba atacando su territorio. Los dos comenzaron a discutir…

“Hiciste que Iro –“ Jason se detuvo “Hiciste que yo luchara con Odiseo. Apostaste monedas en ello. Incluso cuando Odiseo se quito la camisa y viste lo musculoso que era … me obligaste a pelear con él. ¡No te importaba si vivía o moría!” 

Antínoo mostro los colmillos. “Claro que no me importaba. ¡Sigue sin importarme! Pero ahora estas aquí, por lo que Gea debe haber tenido una razón para permitirte regresar al mundo mortal. Cuentame, ¿porque eres digno de compartir nuestro botin? “

“¿De que botín te refieres?”

Antínoo estiro los brazos. “Todo el mundo, mi amigo. La primera vez que nos encontramos, veníamos por las tierras de Odiseo, su dinero y su mujer”

“¡Especialmente su mujer!” Un fantasma calvo con ropas rotas le pego en el pecho a Jason con el codo. “Esa Penelope si que era una dulzura a la vista”

Jason cruzo la mirada con Piper, que servía las copas en la mesa de al lado. Ella discretamente puso un dedo dentro de su boca, como provocandose el vómito, para luego seguir charlando con los tipos muertos.

Antínoo se quejo. “Eurímaco, cobarde llorón. Nunca tuviste oportunidad con Penelope. Recuerdo que estabas balbuceando y suplicando por tu vida a Odiseo, diciendo que todo era mi culpa. “

“Y mira para que me sirvio” Eurímaco levanto su descolorida camisa, revelando un agujero de tres centímetros en el centro de su pecho fantasmal. “Odiseo me disparo en el corazón, ¡solo porque quería casarme con su esposa!”

“De todos modos….”  Antínoo se giro hacia Jason. “Estamos aquí por un premio más grande. Una vez que Gea destruya a los dioses, nos dividiremos lo que quede del mundo mortal”

“¡Pido Londres!” grito un fantasma de una mesa cercana.
“¡Montreal!” grito otro.

“¡Duluth!” grito un tercero, lo cual hizo que todos se quedaran en silencio y le dieran miradas confundidas. (Nota del traductor: Duluth es una ciudad en Minnesota, al norte de EUA.) 

La carne y el vino se sentian como plomo en el estomago de Jason. "¿Que ocurre con los otros... invitados? Conte cerca de doscientos. La mitad son nuevos para mi."

Los ojos amarillos de Antínoo brillaron. "Todos buscan favores de Gea. Todos tienen rencillas o venganzas contra los dioses o sus heroes mascotas. Ese inutil es Hipias, tirano de Grecia. Fue quitado del poder y se unio a los Persas para atacar a sus propios hombres. Nada de valores. Haría lo que fuera por poder. "

"¡Gracias!" contesto Hipias.

"Ese barbaro con la pata de pavo en la boca," Antínoo continuo, "se trata de Asdrúbal de Cartagena. Tuvo ciertos problemas con Roma"

"Mhhmm," dijo el cartaginés.

"Y Michael Varus -"

Jason se atraganto. "¿Quien?"

Cerca de la fuente de arena, un tipo de cabello oscuro con camisa morada y armadura de legionario se giro para verlos de frente. Sus bordes se veían borrosos, hechos de humo; por lo que Jason adivino que era alguna forma de espíritu, pero el tatuaje de la legión en su brazo se veía claramente: las letras SPQR, los dos rostros del dios Jano y las seis marcas por lo años de servicio. Es su coraza colgaba una medalla de praetor y el emblema de la Quinta Cohorte.

Jason nunca había conocido a Michael Varus, El infame praetor había muerto cerca de 1980. De igual manera, un escalofrio recorrio la piel de Jason cuando miro a los ojos a Varus. Esos ojos hundidos parecían atravesar el disfraz de Jason. 

Antínoo siguió hablando. “Es un semidios romano. Perdio el águila de la legión en …¿Alaska, si no me equivoco? No importa. Gea le dejo regresar para que se diera una vuelta. Insiste que tiene algunos asuntos que resolver con el Campamento Jupiter. Pero tu Iro – no has respondido a mi pregunta. ¿Por qué es que debemos aceptarte entre nosotros?”

Los ojos muertos de Varus pusieron a temblar a Jason. Podia sentir la Niebla diluyéndose alrededor de él, reaccionando a su nerviosismo.

De repente Annabeth apareció junto al hombro de Antínoo. “¿Más vino, mi señor? ¡Oops!”

Derramo el contenido de su vasija plateada sobre el cuello de Antínoo.

“¡Gahh!” El zombie arqueo la espalda. “¡Estupida jovencita! ¿Quién te dejo regresar del Tartaro?”

“Un Titan, mi señor” Annabeth bajo la cabeza. “¿Quiere que le traiga una toalla? Su flecha esta goteando.”

“¡Vete de aquí!”

Annabeth cruzo la mirada con Jason –con un mensaje silencioso de apoyo –para luego desaparecer en la multitud.

El zombie se limpio, dándole una oportunidad a Jason de pensar un poco.

Él era Iro, el mensajero de los pretendientes. ¿Por qué estaría allí? ¿Qué razón tendrían de aceptarlo?
Tomo el cuchillo para carne más cercano y lo clavo en la mesa, haciendo que todos los fantasmas saltaran del susto.
“¿Por qué deberían aceptarme?” Jason gruño. “Porque sigo cargando con mensajes, estúpidos. ¡Acabo de regresar de la Casa de Hades para ver lo que estaban tramando aquí¡”

La ultima parte era verdad, e hizo que Antínoo dudara. El zombie se le quedo viendo, con el vino goteando de su flecha clavada en la garganta. “¿Piensas que creamos que Gea te envio – un mendigo – para que nos vigilaras?”

Jason río. “¡Fui de los últimos en salir de Epiro antes de que las Puertas de la Muerte! Vi la cámara donde Clitio estuvo de guardia bajo un domo de tumbas. ¡Camine en los suelos de huesos y joyas del Necromanteion!”

Eso también era cierto. En las mesas, los fantasmas susurraban y se movían nerviosos.

“Entonces, Antínoo…” Jason señalo al zombie con un dedo. “Tal vez eres tú el que debería explicarme porque te crees digno de los favores de Gea. Todo lo que veo aquí es un grupo de flojos y quejumbrosos tipos muertos disfrutando de la vida sin ayudar en la guerra. ¿Qué crees que le voy a decir a la Madre Tierra?”

En el rabillo del ojo, Jason vio a Piper sonreir por un momento. Luego siguió atendiendo a un griego purpura brillante que le estaba pidiendo que se sentara en sus piernas.

Antínoo envolvió su mano alrededor del mango del cuchillo de carne que estaba clavado en la mesa. Lo saco de un solo tirón y estudio la hoja. “Si vienes por encargo de Gea, sabrías que estamos cumpliendo ordenes. Porfirión lo decreto.” Antínoo paso la hoja por su mano. En lugar de sangre, fue tierra seca lo que salio de la herida. “¿Conoces a Porfirión, verdad?”

Jason lucho para controlar sus nauseas. Claro que recordaba a Porfirion, después de su batalla en la Casa del Lobo. “El rey de los gigantes –piel verdosa, ojos blancos, doce metros de alto, cabello decorado con armas. Claro que lo conozco. Es mucho más impresionante que tu.”

Decidio no mencionar que la ultima vez que vio al rey gigante, Jason había destruido su cabeza con un rayo.

Por primera vez Antínoo se quedo sin palabras, pero su amigo fantasma Eurímaco puso un brazo en los hombros de Jason.
“Claro que si, mi amigo.” Eurímaco apestaba a vino rancio y cables eléctricos quemados. Su toque fantasmal hizo que Jason temblara. “No es que desconfiáramos de tus referencias. Solo que, bueno, si hablaste con Porfirion en Atenas, sabrías porque estamos aquí. Te aseguro, ¡estamos cumpliendo las ordenes que nos dieron!”
Jason trato de ocultar su sorpresa. Porfirion en Atenas

Gea había prometido que arrancaría a los dioses de sus raíces. Quirón, el mentor de Jason en el Campamento Mestizo, había asumido que los gigantes tratarían de despertar a la diosa de la tierra en el Monte Olimpo original. Pero ahora…

“La Acropolis,” Jason dijo. “Es el templo más antiguo de los dioses, en el centro de Atenas. Es allí donde Gea se levantara.”

“¡Claro que si!” Eurímaco se carcajeo. La herida en el pecho hizo “pop” como del espiráculo de un delfín. “Ademas, para que esos molestos semidioses lleguen allí tendrán que viajar por mar. Saben que es muy peligroso volar sobre la tierra.”

“Lo que significa que tendrán que pasar por esta isla” Jason concluyo.

Eurímaco movio la cabeza aprobando la idea. Quito su mano de los hombros de Jason y metio un dedo en su caliz de vino. “En ese momento, tendrán que tomar una decisión, eh”

En la mesa, trazo la costa, con el vino rojo brillando de manera sobrenatural en la madera. Dibujo Grecia como un reloj de arena torcido –un gran trozo de tierra para la parte norte, otro más debajo de él, casi tan largo – conocido como el Peloponeso. Entre los dos estaba dividiéndolos una delgada franja de mar –el Estrecho de Corintio.

Jason apenas necesito el dibujo. Él y los demás habían pasado los últimos días en el mar estudiando mapas.

“La ruta más directa,” Eurímaco continuo, “sería al este de aquí, a través de los Estrechos de Corintio. Pero si intentan esa ruta…”

“Basta”, Antínoo lo detuvo “Tienes la lengua muy suelta”

El fantasmo lo miro ofendido. “¡No iba a revelarle todo! Solo lo de los ejércitos de Ciclopes que están en ambas orillas. Y los espiritus salvajes de tormenta. Y el monstruo marino Ceto infestando el agua. Y si es que el barco llega tan lejos como Delfos –”

“¡Idiota!” Antínoo cruzo la mesa y atrapo la muñeca de Eurímaco. Una pequeña capa de tierra salio de la mano del zombie, cubriendo el brazo de Eurímaco.

“¡No!” Eurímaco imploro. “Porfavor Yo – yo solo quería”

El fantasma grito cuando la tierra cubrió todo su cuerpo como una concha, que luego se partio, dejando nada más que polvo. Eurímaco había desaparecido.

Antínoo se sento y sacudió las manos para limpiarlas. Los demás pretendientes se quedaron en silencio.

“Lo siento, Iro” El zombie sonrio fríamente. “Todo lo que necesitas saber es esto –el camino a Atenas esta bien resguardado, como lo prometimos. Los semidioses tendrán que arriesgarse por el Estrecho, lo cual sería imposible, o navegar alrededor del Peloponeso, lo cual tampoco es muy seguro.

De todos modos, es poco probable que sobrevivan lo suficiente como para poder tomar la decisión. Una vez que llegue a Itaca, lo sabremos. Los detendremos aquí y Gea vera lo valiosos que somos. Puedes llevar ese mensaje de regreso a Atenas.”

El corazón de Jason martilleaba contra su esternón. Nunca había presenciado la concha de tierra que Antínoo invoco para acabar con Eurímaco. No tenía deseos de investigar si ese poder también afectaba a los semidioses.

Ademas, Antínoo sonaba confiado en que podían detectar al Argo II. La magia de Hazel parecía estar ocultando al barco por ahora, pero no estaba seguro de cuanto duraría.

Jason tenía la información por la que vinieron. Su meta era Atenas. La ruta más segura, o al menos no la ruta imposible, era a través de la costa sur. Hoy era 20 de Julio. Solo contaban con doce días antes de que Gea intentara despertar, en Agosto 1, durante la antigua Fiesta de la Esperanza.

Jason y su amigas deberían se irse mientras tuvieran la oportunidad.

Pero había algo que lo molestaba –una cierta sensación fría de lo que venía, como si no hubiera escuchado las peores noticias.

Eurímaco había mencionado Delfos. Jason tenía la esperanza secreta de visitar el antiguo sitio del Oraculo de Apolo, para poder tener un vistazo de su futuro personal, pero el lugar estaba plagado de monstruos…

Puso a un lado su plato de comida fría. “Suena como si tuvieran todo bajo control. Espero que así sea, Antínoo. Estos semidioses cuentan con recursos. Cerraron las Puertas de la Muerte. No quisiéramos que se te escaparan, obteniendo incluso ayuda en Delfos.”

Antínoo sonrío. “No hay razón para preocuparse. Delfos ya no esta bajo el control de Apolo”

“Ya – ya veo. ¿Y si los semidioses intentan navegar por el Peloponeso?”

“Te preocupas demasiado. Ese viaje nunca será seguro para los semidioses, y además es muy lejos. Cuenta con que la Victoria esta suelta en Olimpia. Mientas sea así, no hay manera de que los semidioses ganen la guerra.”

Jason no entendia a que se referia, pero dejo que continuara. “Muy bien. Le reportare todo esto al Rey Porfirión. Gracias por la, eh, comida”

Detrás de la fuente, Michael Varus lo llamo. “Espera.”

Jason evito maldecir. Había tratado de evitar al viejo praetor, pero ahora que Varus estaba junto a él, envuelto en su aura blanca, con sus ojos hundidos como pozos. A su lado estaba una gladius de oro imperial.   

“Deberas quedarte,” Varus dijo.

Antínoo le dio al fantasma una mirada furiosa. “¿Cuál es el problema, legionario? Si Iro quiere irse, déjalo. ¡Apesta!”


Los otros fantasmas rieron nerviosos. A través de la plaza, Piper miro a Jason preocupada. Un poco más lejos, Annabeth tomo casualmente un cuchillo que estaba en un plato de carne. 

Varus puso la mano en la empuñadura de su espada. A pesar del calor, su coraza estaba cubierta de escarcha. “Perdi a mi cohorte en dos ocasiones en Alaska –una vez cuando estaba vio, otra vez muerto luchando contra un Graecus llamado Percy Jackson. Aún asi vine aquí a responder el llamado de Gea. ¿Sabes cual es la razón?”

Jason trago. “¿Terquedad?”

“Este es un lugar de añoranza” Varus dijo. “Somos atraídos aquí, sostenidos no solo por el poder de Gea, si no también de nuestros deseos más poderoso. La codicia de Eurímaco. La crueldad de Antínoo.”

“Me halagas” dijo el zombie.

“El odio de Asdrúbal,” Varus continuo. “La amargura de Hipias.  Mi ambición. Y tu Iro. ¿Qué es lo que de trajo aquí? ¿Qué es lo que busca un mendigo? ¿Tal vez un hogar?”

Un sentimiento incomodo comenzó a crearse en la base del cráneo de Jason –la misma sensación que tenia cuando una tormenta eléctrica estaba a punto de aparecer.

“Debo irme,” él dijo. “Mensajes que llevar.”

Michael Varus desenvaino su espada. “Mi padre es Jano, el dios de las dos caras. Estoy acostumbrado a ver a través de los disfraces y las máscaras. ¿Sabes porque, Iro, estamos tan seguros que los semidioses no podrán pasar la isla sin ser detectados?”

Jason busco en silencio su repertorio de insultos en latin. Trato de calcular cuanto tomaría sacar su bengala y dispararla. Esperaba poder obtener un poco de tiempo para que las chicas pudieran buscar refugio antes de que la multitud de muertos se lanzara sobre él.

Se giro hacia Antínoo. “Mira, el que tiene el control aquí eres tu, ¿o no? Deberías de ponerle un bozal a tu romano.”

El zombie tomo un profundo respiro. La flecha vibro en su garganta. “Ah, pero esto va a ser entretenido. Continua Varus.”

Él praetor muerto levanto su espada. ”Nuestros deseos nos revelan. Muestran quienes somo en realidad. Alguien vino por ti, Jason Grace.”

Detrás de Varus, la multitud se dividio. Un fantasma centellante de una mujer se acercaba, y Jason sintió como sus huesos se hicieron polvo.


“Mi querido,” dijo el fantasma de su madre.  “Haz regresado a casa.”


Capitulo Uno                          Capitulo Tres